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Y todo… por dinero

“Ejemplo de sevillanía. Familia roja y blanca del Sánchez-Pizjuán”. Así reza el himno que atruena en el estadio Ramón Sánchez-Pizjuán los días de partido y pone los vellos de punta en ocasiones especiales. Pues ni sevillanía, ni familia, ni roja y blanca. Anoche, los accionistas mayoritarios demostraron que ninguno, absolutamente ninguno, tiene categoría para presidir una entidad tan grande como el Sevilla Fútbol Club. José Castro, presidente ya saliente, y José María del Nido Benavente serán recordados en los libros de historia como los artífices de los primeros títulos que adornan las vitrinas sevillistas; y las próximas generaciones, cuando vean los fríos números de sus respectivas gestiones, podrán aplaudir sus trayectorias; pero sus coetáneos sabemos perfectamente que no están a la altura de la institución.

Junta general de accionistas 2023 del Sevilla FC
Los directivos del Sevilla FC en la Junta general de accionistas | Fuente: Sevilla FC

En las seis horas de la Junta General tan sólo los representantes de los accionistas minoritarios hablaron pensando en el Sevilla Fútbol Club; todo lo demás fue únicamente una pelea por el control de su patrimonio, por el control del poder sevillista y por egoísmo, adquiriendo al final incluso tonos barriobajeros. Desconfíen de aquellos que se dan golpes de pecho de sevillismo y ponen al club como justificación de sus actuaciones. Falso. No les importa la entidad; les importa su dinero.

Dejemos las cosas claras. El Sevilla Fútbol Club del siglo XXI ha campeonado en Europa con dos presidentes, con cuatro entrenadores y con más de un centenar de futbolistas, pero solo con un director deportivo. El único denominador común que tienen todos los títulos conseguidos en este siglo lleva el nombre de Ramón Rodríguez Verdejo, una persona singular como todos los genios a quien el binomio gestor de los últimos años no ha sabido tratar, hasta el punto de llevarlo al desquiciamiento en el que se sumergió la temporada pasada. Así pues, todo aquel que presuma de haber conseguido tales o cuales títulos ha de saber que, como él, también otros pueden presumir de lo mismo. El único que puede alardear de exclusividad es Monchi, ya que, hasta ahora, ningún otro director deportivo puede levantar un trofeo como sevillista. Ojalá lo haga Víctor Orta y nosotros que lo veamos.

Quizá las generaciones futuras cuando lean el nombre de José Castro Carmona y vean sus títulos le calificarán como un buen presidente, pero a quienes estamos compartiendo existencia con él nos va a llevar cierto tiempo olvidar las palabras con las que se ha despedido como presidente. Pepe Castro ha perdido una excelente oportunidad de demostrar señorío y categoría. Prefirió bajar al fango y caer en la trampa que le colocó su rival, Del Nido Benavente, con multitud de alusiones, igualmente faltas de educación y respeto, apelando a la falta de estudios y de licenciaturas del todavía presidente. Demostrando su catadura de señorito sevillano nacido en una familia bien, el expresidente trata con tono peyorativo a todo aquel no tiene tan alta alcurnia, lo que sacó de quicio al final de la noche al utrerano, quien, lejos de enorgullecerse de sus orígenes profesionales como camarero, perdió los nervios y las formas y recordó los episodios corruptos de su oponente y su paso por prisión. Feo gesto, absolutamente prescindible.

Nadie se sorprende, sin embargo, de ello, pues no es la capacidad de liderazgo y gestión de emociones una cualidad de Castro, quien ha carecido durante todo su mandato de un buen asesor de comunicación con la misma intensidad con la que su sucesor, José María del Nido Carrasco, necesita del auxilio de un psicólogo, pues tener un padre que en público te grita “eres un mierda” requiere de un profesional que te ayude a digerir mentalmente tamaña afrenta. Al término de la junta y en los pasillos ante la prensa, acusaba Benavente a Castro de comportarse como su homónimo Fidel, pero perdía la memoria cuando se le requería por el insulto contra su hijo, utilizando ese burdo argumento que en realidad es un reconocimiento de culpa. En un intento de entrar en su mente, se antoja difícil para un joven del siglo XXI tener a un padre autoritario que te vilipendia delante de los demás y pretende obligarte a una sumisión tal como la que impone el expresidente a sus vástagos.

Que como gestor de la entidad tenga un saldo positivo no obsta para que en una valoración personal se pueda concluir que Benavente está muy lejos de la categoría que algunos pretenden que tenga la Presidencia del Sevilla Fútbol Club. Él solo, en los días previos a la junta y dentro de su campaña electoral ante la afición, decidió desmarcarse de la senda del último gran presidente venerado por todos que ha tenido la entidad, Roberto Alés. En uno de sus ataques de egolatría, pero también en su más descarnada sinceridad, el propio Del Nido Benavente, él solito, marcó distancias con la clase, el estilo, la caballerosidad y la gallardía de quien puso los cimientos del sevillismo moderno en lugar de aceptar la comparación con orgullo.

Sea como fuere, a partir de ahora, la institución queda a expensas de la dicotomía ‘Del Nido contra Del Nido’. Si realmente pensaran en el club, la guerra habría terminado aquí. Tienen otra oportunidad de demostrarle a la afición que su interés es el Sevilla FC y no su dinero. Veremos si la aprovechan.

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