Durante algunos momentos del partido contra el Valencia, miré al banquillo del Sevilla Fútbol Club buscando a Lopetegui. Luego, las declaraciones de Mendi me confirmaron que no era un déjà vu privado: "Hemos jugado mucho en corto. Recibiendo al rival por la espalda. Jugando desde atrás y el balón al pie…". La alargada sombra de Julen parecía planear de nuevo sobre el Ramón Sánchez Pizjuán y ese retorno misterioso nos amargó la noche cuando todo parecía que la cosa iba de fiesta para el sevillismo.
El déjà vu es un efecto psíquico en el cual el sujeto tiene una instantánea y corta visión de un objeto o situación antes de que el cerebro haya construido una percepción consciente y completa de la experiencia. Una especie de percepción fragmentaria que más tarde se traduce en una falsa sensación de familiaridad o experiencia ya vivida. Todas las personas lo hemos experimentado en algunas ocasiones y puede llegar a ser bastante desconcertante. Esto es lo que viví el viernes con el Sevilla Fútbol Club, como si el espectro de Isco todavía se arrastrara sobre el césped y el fantasma de Dolberg asomara por Eduardo Dato.
¿Por qué este déjà vu? La explicación psicológica más verosímil es el solapamiento entre dos procesos neuronales que procesan la memoria a corto y a largo plazo. Y en este Sevilla Fútbol Club todavía persiste demasiada memoria de la herencia de Lopetegui, constatable en la pesada carga de fichajes inservibles y de automatismos conservadores en muchos jugadores, todo ello favorecido por la avanzada edad y la menguante forma física de más de uno de los que el viernes vistieron de blanco. La simple aparición de algunos de esos automatismos perversos, tan denostados con razón por Mendilibar, fue suficiente para que el mecanismo de superposición se activara y los malos recuerdos nos asolaran en exceso, y el pesimismo volviera a alojarse en nuestros corazones.
Pero lo cierto es que los déjà vu son solo una ilusión cognitiva. Al final, fueron solo tres puntos. Ya está. Y cuando este post se publique, ya habremos jugado otra superfinal europea. Ahora, en el momento que escribo esto, ya estoy en otro déjà vu, pero esta vez es real, no una ilusión cognitiva. Es la séptima vez que el Sevilla Fútbol Club juega la Supercopa de Europa. De nuevo, todos nos dan por muertos. De nuevo, contra un equipo que parece invencible, como aquel Barcelona. De nuevo, frente a un entrenador que no ha perdido ninguna final, ¿recuerdan lo que decían de Mou? Y a mí, de nuevo, me embarga otro déjà vu de entusiasmo. Cuando lean esto, podrán decirme si es un déjà vu o una premonición. Yo apuesto por lo segundo.