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Y ahora qué

La remontada tarda. El contragolpe se demora. Diego Alonso no está. Al equipo no se le ve. El hijo ataca al padre. El padre ataca al hijo y a todos. Muchos piden la cabeza de Castro sin saber qué hacer luego con ella. Unos jugaron a aprendiz de brujo y otro se alistó con el demonio: Todos y todas podemos perder. Nada está claro, ni siquiera oscuro (entonces bastaría solo con encender la linterna). Negros nubarrones azotan el aire… como cantaba el viejo himno libertario de la varsoviana. Este es el estado del Sevilla Fútbol Club y del sevillismo. Nada nos da ningún motivo para la confianza y, sin embargo, confiamos. Recordemos.

El Sevilla Fútbol Club se hizo más grande cuando las élites del sevillismo de cuna, lideradas por Del Nido Benavente, expulsaron a los Asensios boys. En torno a esa batalla de recuperación del Sevilla para los sevillistas, se formó una coalición de familias locales que dio una enorme estabilidad al club. Así y aquí comienza el exitoso siglo XXI palangana. Pero con la gloria vinieron dos entrañables compañeras: la ambición y la codicia.

El Sevilla Fútbol Club se tornó un bocado muy apetecible para los tiburones financieros. Solo la unidad entre elites y afición nos blindaba. Aquellos éxitos que nos pusieron en el epicentro del mapa futbolístico mundial también nos señalaron con tinta roja para aviso de depredadores sin escrúpulos. Mientras la estabilidad del pacto accionarial duró, las puertas de la fortaleza sevillista estuvieron cerradas. La memoria de cómo se expulsó a los intrusos estaba aún fresca en la conciencia de los vampiros financieros. Como si de una ristra de ajos se tratara, cualquier merodeo en torno al Sevilla Fútbol Club era espantado con prontitud.

Pero la ambición de Del Nido Benavente, tratando de hacerse con paquetes de acciones que hicieran prescindible, para obtener la mayoría, la necesidad del acuerdo entre familias, rompió el frágil cristal de la confianza interna del pacto que gobernaba exitosamente a nuestro club de Nervión. Ante esta quiebra de la confianza, Castro optó, jugando a aprendiz de brujo, por abrir las puertas de la fortaleza a los vampiros. Estábamos en la pomada por nuestros propios méritos (gerencial, simbólico y deportivos) y con los vampiros dentro por nuestros propios deméritos (ruptura de la cooperación y confianza interna que tantas glorias nos había dado).

El objetivo de Castro y familias no era vender el Sevilla Fútbol Club, sino marcar músculo ante la voracidad accionarial de Del Nido Benavente. El contragolpe no se hizo esperar: Del Nido selló una alianza con los vampiros. Del Nido padre debió de pensar, como cantaba Mártires del Compás, aquello de “ahora que está dentro, dale movimiento”. Si Castro les abre las puertas de la fortaleza; Del Nido Benavente les entrega las llaves del consejo. En fin, la enésima confirmación empírica de lo que en la teoría matemática de juegos se llama el Dilema del Prisionero: quien coopera gana, quien compite deslealmente pierde. El complejo tejido de la cooperación está compuesto por multitud de frágiles lazos de confianza, el deterioro de esta provoca un descosido fatal. En ese punto crítico estamos ahora.

Unos creían que iban a poder asustar al desleal cada vez de Del Nido con la presencia de los vampiros en la masa accionarial del Sevilla Fútbol Club. Otros, que los iban a poder controlar y manipular en el consejo. Pero lo cierto es que Castro y Del Nido no dejan de menguar y los vampiros no paran de crecer. Cuentan que Jesús Gil le dijo en cierta ocasión a Del Nido padre: “José Mari yo solo veo una cosa, tú cada vez tienes más dinero y yo cada juicio, más condenas”. Dios nos libre de los listos de uno y otro lado porque en medio está nuestro Sevilla Fútbol Club.

Este pequeño análisis lo formulé hace ya más de un año a modo de conjetura hipotética sin ninguna información constatable. Hoy, después de la publicación de diversas actas y acuerdos notariales, parece quedar confirmado. El drama familiar entre padre e hijo, al más puro estilo de tragicomedia más cerca de Scorsese que de Shakespeare, no es lo de menos pero tampoco es lo que más. Así son ellos, nuestras élites… en esas estamos. Desengáñense. Ni jugadores. Ni Diego Alonso. Ni Orta. Ni Castro. Esta es la cuestión. Esta es nuestra cuestión.

¿Y ahora qué? Ahora el Mallorca, el Lens... y gritar y cantar y redoblar por sevillanas. Y rezar… por la unidad de todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Nosotros y nosotras somos el Sevilla, esa es nuestra confianza y esa confianza ni falla, ni se rinde.

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