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Somos los judíos del futbol español

Jesús Navas, que es un futbolista infinito que lo ha ganado todo y no un chistoso que apenas ha ganado nada, estará en Budapest con el Sevilla Fútbol Club. No estará el tuerce botas de Miranda, que intentó retirarlo del fútbol y hasta en eso falló. Se formó un gran lío el jueves en el Sánchez-Pizjuán, como predijo Monchi. Después llegó el acomplejado Palmerín y no perdieron porque ya era demasiado ridículo para el chistoso de Joaquín y el malaje del ingeniero pinochetista. En ocasiones, demasiadas, el destino es compasivo con los miserables como Miranda y el ingeniero.

Reposada la inmensa alegría de la séptima final de la Liga Europea. Siete es el número cabalístico del infinito, según G. Scholem en el tratado del simbolismo en la Cábala. No puedo olvidar cómo los medios de Madrid, Canal Sur y la misma prensa andaluza han ninguneado la proeza del Sevilla Fútbol Club y la figura misma de Navas, en contraste con la hipérbole del chistoso y de todo lo que hace el Palmerín. Creo que esto no es un hecho casual; denota dos cuestiones para nada irrelevantes. Una, el asesinato de lo real a manos del espectáculo y el simulacro, como diría Braudillard. Y dos, cómo el chistoso y todo el Palmerín son el fantasma especular de Andalucía para el centralismo español. Alguien tan chistoso como inofensivo.

El puto Sevilla Fútbol Club destroza ese espejo converso. Por eso duelen sus éxitos. Por ello es tan antipático fuera. El fantasma ha sido interiorizado por muchos andaluces seguidores del Real de Madrid y el Farza. Me duele incluso que los del Palmerín se hayan creído este cuento. El Betis es mucho más que un club simpático y el chistoso no es ni de lejos el mejor jugador que ha vestido su camiseta. El día que el Betis convirtió un lema de resistencia («el manque pierda») en un blasón nobiliario y un momento en una eternidad, ese día se convirtió en Palmerín. Los buenos béticos, que haberlos los hay y muchos, deberían, como Machado en la Saeta, no seguir cantando solo al Cristo del madero de los campos de albero de tercera, sino al que anduvo sobre la mar de Gordillo o Cardeñosa. Les iría mucho mejor y ya no serían tan simpáticos, seguramente.

Somos el puto Sevilla Fútbol Club… somos los judíos en una liga de nacionalcatólica española, ya sea en versión centralista (Real de Madrid), burguesía periférica (Farza) o jesuita vasco (Athletic). Por eso hemos tenido que salir fuera. Ahora le toca a la Roma saber lo que es el SFC. Europa es nuestra única patria. Y no lo olviden, el 7 es el número del infinito.

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