Ni el Sevilla Fútbol Club ni el sevillismo pueden, evidentemente, abstraerse de las dinámicas imperantes en la sociedad de la que forman parte, por mucho que dichas dinámicas generen muchas más consecuencias negativas que positivas. Quizá por ello el sosiego del colectivo sevillista ya no dependa tanto de la trayectoria deportiva del equipo, aunque éste no dejará nunca de ser uno de los factores principales de incidencia en el ánimo de una afición que se ha instalado, como buena parte de la sociedad española, en una guerra de todos contra todos en la que, si no tienes un enemigo, te lo tienes que inventar.
En esta dinámica por la que transita la sociedad española, en la que cualquiera que se desvíe del pensamiento único será objeto de las iras expresadas en redes sociales por algún colectivo que se sienta herido, el sevillismo es un elemento más que ha intensificado esta tendencia en el contexto de pugna por el control de la Sociedad Anónima Deportiva que llevan años librando los máximos accionistas. La suma de todos estos factores de confrontación social, malos resultados futbolísticos y guerra accionarial da como resultado un estado de crispación hasta ahora desconocido, que encuentra su necesario amplificador en las redes sociales, fundamentalmente la ahora llamada X pero siempre reconocida como Twitter, en la que se permite el lanzamiento de exabruptos, insultos y acusaciones bajo el amparo del anonimato, favoreciendo de esta forma la aparición de la vertiente más abyecta y cobarde de sus usuarios.
Numerosos contextos históricos han puesto ya de manifiesto a lo largo de siglos de existencia del ser humano que pocas cosas son más perniciosas que la impunidad, que es precisamente lo que favorecen las redes sociales, un invento maravilloso si se utiliza bien, o un invento peligroso si se hace un mal uso. Pretender que el conjunto de aficionados del Sevilla Fútbol Club quede al margen de ello es una vana ilusión, así que no le queda más remedio a los protagonistas que acostumbrarse a ser objeto de críticas, pero también halagos, sin fundamento.
Recientemente, el brasileño Marcao recibió todo tipo de improperios al conocerse que había ido a Cádiz en un día de verano. Sin el más mínimo conocimiento de la realidad, proliferaron de inmediato numerosos comentarios aludiendo a un supuesto traslado a la playa cuando lo cierto era que había ido a visitar a un fisioterapeuta para intentar mejorar de su lesión. Ocurrió esto casi a la vez que el noruego Nyland era objeto de una feroz campaña por parte de un sector del sevillismo que no conocía de su trayectoria más que un vídeo con supuestos errores del guardameta, a quien erigieron como emblema de la mala gestión de la dirigencia del Sevilla Fútbol Club.
Porque lo realmente importante es estar contra alguien. Desde el momento en que uno elige a su enemigo y emprende contra él una estrategia de hostigamiento, absolutamente todo es válido, incluido por supuesto arremeter contra todo aquel que intente defenderlo, que cuestione el acoso o, simplemente, que se quede al margen de la polémica. A partir de ese momento, ya no se trata de estar contra alguien, sino contra todos los que no se sometan a la imposición del pensamiento único que se quiera establecer. Ésta es la dinámica de funcionamiento que se ha establecido en la sociedad española, a través de la cual se están desarrollando todas las campañas de denostación a las que venimos asistiendo en los últimos años.
En el Sevilla Fútbol Club aparecen algunas víctimas de esta estrategia, que se ha cebado sobre todo con el presidente Pepe Castro, cuyas nefastas actuaciones han dado, además, pie a que el acoso sea sin descanso. La siguiente víctima va a ser, si los resultados no lo remedian, el entrenador José Luis Mendilibar. Más le vale que empiecen a llegar pronto no sólo las victorias sino también el espectáculo futbolístico si no quiere sufrir la misma campaña que recibió su antecesor Lopetegui, a quien se puso en la diana por el aburrimiento que desprendía el juego del equipo. Los deseos de confrontación instalados en la sociedad española, e inexorablemente en el sevillismo, son de una voracidad feroz y triturarán a cualquiera que se ponga en su camino. Hoy en día, hay que vivir contra alguien, y ese alguien somos todos.
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A ver cuando este somaure