Chorreando llegamos a casa después del partido del Sevilla Fútbol Club frente a la Real Sociedad. Por fuera y por dentro. Por fuera por esa lluvia que apenas cae en Sevilla salvo cuando hay partido en el Sánchez-Pizjuán, y por dentro por el sudor frío que nos provocaron algunas jugadas del equipo txuri-urdín (blanquiazul en euskera). Jul y Gan se sentaron en el salón con la mirada perdida, recordando con nostalgia tiempos pasados durante la temporada, cuando soñábamos con hacer algo grande.
Soñar es el último refugio del pobre. Los sueños y la risa, y ahora nos sentimos desolados porque el tiempo, las lesiones, los problemas, nos han robado la quimera de hacer algo grande en un año irrepetible, porque difícilmente se va a volver a dar esa conjunción de astros que nos invitaba a decir que este sí, este era nuestro año.
Ayer nos salvamos de milagro de caer derrotados, como también pudimos ganar. Esta es la grandeza del fútbol, la de la vida, y grandeza obliga también reconocer el talento de un jugador como David Silva, historia viva, como Jesús Navas, del fútbol español y por los que el tiempo pasa de otra forma.
Tiempo habrá para analizar la temporada del Sevilla Fútbol Club. Cuando toque, que será cuando finalice, pero ahora lo que el equipo necesita es retomar fuerzas para afrontar lo que queda de campeonato liguero y que pueda alcanzar el mejor puesto posible dentro de los clasificados para Champions. Recuperar futbolistas, recuperar las piernas y la cabeza de todos será tarea primordial en este parón liguero, porque el tramo que queda es duro y empinado.
—Otro partido que se nos ha escapado—apuntó Jul después de cambiarse de ropa y temeroso de encender el brasero y no llegar a fin de mes—. ¿Qué nos está pasando? Porque todo no puede ser mala suerte.
—La ansiedad—sentenció Gan—. La ansiedad lo explica todo.
—¿La ansiedad, Gan?
—Sí, la ansiedad, Jul. Esta vez el partido a partido ha vuelto a ser nuestro discurso, pero en el fondo todos hemos sentido la presión de que un año así no iba a volver a repetirse en mucho tiempo.
Y puede que tenga razón Gan. La ansiedad podría explicar errores en el cuerpo técnico del Sevilla Fútbol Club al reintegrar antes de tiempo en el grupo a jugadores que no se habían recuperado del todo o al cargar de minutos a futbolistas en los que se confía pero que son veteranos. La ansiedad es posible que también haya hecho mella en los futbolistas, que han sido expulsados muchas más veces que en otras temporadas con el mismo entrenador.
Y la ansiedad nos está comiendo a la afición, frustrada y descontenta con los resultados a pesar de continuar segundos durante un largo periodo de la liga, probablemente el más longevo en muchos años.
La cabeza nos juega malas pasadas, y por eso necesitamos, todos, serenarnos y encarar de otra forma el futuro inmediato. La temporada nos está ofreciendo muchas oportunidades para aprender. Es de lo que se trata, de continuar aprendiendo, de hacer las cosas mejor en unos tiempos en los que mejorar lo hecho y subir otro escalón, con los presupuestos que se manejan, es realmente complicado.
Es momento de cerrar filas y apoyar. En especial a quienes podemos ayudar, a los futbolistas, que en las buenas y en las malas están dando todo lo que tienen dentro, que lo han hecho así desde el primer día y que deben recuperar el físico y la serenidad precisa para conseguir nuestros objetivos, para continuar creciendo de una manera estable sin dejar de tener ni la identidad ni la propiedad del Sevilla Fútbol Club.
Estos tiempos se parecen, en otro escalón, por supuesto, a aquellos años con Caparrós como entrenador, en los que conseguimos estabilizarnos en primera división y erradicar los fantasmas económicos que nos acogotaban. Tiempos en los que aspirábamos a clasificarnos para la entonces denominada Copa de la UEFA y en los que difícilmente lo conseguíamos. Hoy, sin duda estamos mucho más arriba. En un peldaño muy superior, por supuesto, pero también nos puede llegar a decepcionar que no subamos de verdad el entendemos que toca. Tengamos paciencia, la ansiedad nunca ha ayudado y es precisamente eso, ayudar, lo que nos toca a cada uno en la medida de nuestras capacidades. Tiempo habrá para mojarnos de otra forma a la que sufrimos en este estadio sin techo. Tiempo habrá para la crítica, base esencial del progreso.