(Mal)Acostumbrados

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«Manera habitual de actuar o comportarse». Así define la RAE el término ‘costumbre’. Pues qué pena que acompañada de esa definición, no venga la palabra obligación. Porque eso es lo que debía tener en mente Julen Lopetegui en Salzburgo. La obligación de continuar con una maravillosa costumbre (la Champions League) a la que están abocadas las cuentas del Sevilla Fútbol Club.

Tras la derrota ante el LOSC Lille, en La Colina de Nervión apareció una noticia más que alarmante: las cuentas del club sevillista, en caso de fiasco europeo. Hoy, con la resaca de una noche maldita en Austria, podemos confirmar que lo que empezó como una ruina deportiva, acaba con una tragedia económica. Más de veinte millones de euros que dejará de ingresar el Sevilla Fútbol Club. Qué maldita costumbre esa de dar por hecho las cosas en el fútbol.

Empezamos por el club, aunque poco voy a criticar yo las decisiones de aquellos que han logrado tener un saneamiento envidiable en España. Presupuestar unos cuartos de final de Champions League es, cuanto menos, ambicioso. Viendo lo que te cuesta no llegar, más aún. Podría decir tal o cual, pero lo cierto es que desconozco totalmente la razón por la que se llegó a tomar una decisión que, seguramente, ayudó a aguantar piezas claves de un equipo en construcción.

El siguiente punto, el equipo. Desde el entrenador hasta el utillero han realizado una fase de grupos penosa. Así, sin tapujos. Esta panda de locos nos han acostumbrado a morder en cada jugada y, sobre todo, a no dejarse vencer por la situación. Y pienso que esto es lo que más mosquea al personal, la imagen del Sevilla Fútbol Club. La Champions le ha venido grande a un equipo que fue capaz de ganar la sexta Europa League. Que por cierto, menudo marrón reencontrarte con tu competición fetiche en estas condiciones.

Poco más me voy a parar en la actuación de los jugadores y Julen Lopetegui, porque este espacio me gustaría dedicarlo a otra cosa. Ya tenemos suficientes maravillosos analistas de fútbol que podrán medir al milímetro cada fallo (que hay unos cuantos) del encuentro. Me gustaría hablar de nosotros, de la afición. Sé perfectamente que lo que voy a decir ahora va a molestar mucho. Quizás sea la primera vez en mi corta vida de periodista (en formación, por supuesto) que me voy a meter en un charco tan fangoso como este. Sevillistas, nos hemos acostumbrado. Sí, mucho. Es más, estamos malacostumbrados y acomodados. Y lo dice un sevillista de finales, pero es así.

Antes de explicarlo, quiero dejar claro que no voy a entrar en temas tales como la ambición, no. Soy totalmente consciente del fracaso europeo del Sevilla Fútbol Club esta temporada, pase lo que pase en Europa League. Pero voy más allá. De antemano, también me gustaría que cualquiera que no esté de acuerdo en esto, comente. Con libertad, sin ningún tipo de compromiso.

Empezaré con una anécdota que me pasó hace año y medio. Aún había normalidad por el mundo y eso, ese tipo de cosas que ahora la pandemia nos roba. Estaba hablando con varios amigos de la Facultad de Comunicación, cuando solté una frase que me lleva rondando la cabeza desde aquel día: «Es normal que haya estado vacío hoy el Ramón Sánchez-Pizjuán, hacía mucho frío». Aún me arrepiento. Anda, lo que me hubiese soltado en aquel momento mi abuelo, una persona que se levantaba a las ocho de la mañana para verme jugar hiciese sol, lloviese o diluviara.

Ahora, tras conocer esa frase, que por cierto me siguen recordando semana tras semana mis queridos Dani y Ale Pons, replanteémonos una cosa. ¿Cuántas veces se habrá repetido en bucle esa conversación en los alrededores de Nervión esta temporada? Os hago spoiler: cada fin de semana. Sí, las entradas son caras. Sí, cayó un diluvio monumental ante el Deportivo Alavés y aún no hay techo en el estadio. Nada, reflexionemos. Ni un lleno absoluto en una de las temporadas más ilusionantes de la historia del Sevilla Fútbol Club.

Y ojo, juro que no tengo ni la más remota idea de cuál sería la solución a esto, porque es inentendible como sí estábamos hace diez años y no ahora. Porque no, no estamos. Se está perdiendo ese sentimiento, apoyo y griterío en las gradas. Añoro esos tiempos en los que retumbaban las vallas en Nervión. Pero hagamos autocrítica, porque nos hemos malacostumbrado, y sin necesidad de que entre ningún grupo externo que infle dinero en el club y aparte los valores. No sé, seremos todos, cada vez más, unos sevillistas de finales.

1 COMENTARIO

  1. El precio de las entradas desmotiva mucho. La gestión social del Club es muy deficiente, nos tratan como clientes, es lógico que las personas se comporten como tal.

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