La rabona y los campanilleros

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El sábado al mediodía dimos un pasito más hacia la estabilidad, tan necesaria en el Sevilla Fútbol Club este año. La Real apenas rondó el gol. Un penalti y un libre directo. Nada más. Estos escuetos datos nos hablan de la solidez defensiva que hemos alcanzado. Por el contrario, nosotros podríamos haber hecho varios goles más con el balón en juego de los tres que finalmente marcamos. Quique Sánchez Flores le ha dado al equipo la disciplina táctica, la inteligencia estratégica y los músculos que carecía.

Hannibal se apuntó al once inicial. No brilló. Le falta acoplamiento, da la impresión de que todavía está mentalmente en Old Trafford. Está a muchas menos revoluciones que sus compañeros. Llegará a coger la onda del Sevilla Fútbol Club actual. De momento, 45 minutos que no fueron buenos, pero que tampoco fueron malos. En cuanto el equipo alcance la velocidad de crucero, ojalá de aquí a 15 días, será muy necesario su concurso. Alguien tendrá que parar, esconder, templar el balón en esos lugares del rectángulo de juego donde se fabrican las ideas.

Sergio Ramos sigue creciendo. A sus 38 años está cada vez más joven. El pacto diabólico le permite asustar en defensa y amenazar en ataque. Lleva ya seis goles. Ni delanteros ni defensores están tranquilos en su presencia. Impone la gloria que no esconde, sino que exhibe. Kike Salas, el apuntador del equipo, está cursando todo un máster en el Sevilla Fútbol Club, en opinión de Antoñito, en su vecindad. Ahora todo el sistema defensivo le ayuda: Nyland (detrás) y Soumaré (delante) incluidos.

Esta seguridad que se empieza a acariciar es la que veamos ciertos brotes de alegría en el juego. Hasta En-Nesyri se permitió un sombrero de tacón como aquellos que nos regalaba ese maestro artesanal de la sombrerería futbolística que era Renato Dirnei. Después del orden y el esfuerzo, el siguiente estado es la alegría. El público del Sánchez-Pizjuán sigue el partido como si lo estuviera jugando. El Sevilla Fútbol Club nota cómo transpira la grada. Aquel «¡ohhhhh!» cuando la rabona de En-Nesyri, sabe a gloria, tanto como los campanilleros que el sábado tocaron los Biris anunciando que ya se acercan los días más profundos de la clarísima ciudad.

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