Que el fútbol es lo más parecido a la religión es algo de lo que cada día dudamos menos. Cuántos aficionados del Sevilla Fútbol Club estábamos en una tesitura de creer o no, los que habíamos perdido la esperanza o los que aún manteníamos la fe, a pesar de la negrura de nuestro camino. Cómo resistir en los peores momentos, perseverar puede llevar a que se obre el milagro y quien estaba muerto resucita. Un levántate y anda, aunque Lázaro se haya levantado fuerza de tarjetas rojas.
Y nuevamente no perdimos frente a los vecinos, para seguir aportando a las estadísticas. Las estadísticas son magníficas, la ciencia lo es, y para los negacionistas de las abismales diferencias históricas entre los dos clubes sevillanos, qué mejor que conocer el balance de resultados entre ambos equipos en el Villamarín. No hace falta que sea el cómputo global de todos los enfrentamientos, basta visualizar los resultados que se han dado en ese estadio que compraron por una peseta, y que en su día fue caja de herramientas.
Sí, la diferencia es abismal, por mucha diferencia que, por el momento, en este año pudiera haber. En lo único que pierde el Sevilla Fútbol Club frente a ellos es en esas otras estadísticas imaginarias de no sabemos cuánta diferencia hay en número de aficionados, en el poco valor que tienen los títulos europeos que ganamos, tan devaluados siempre hasta que, faltaría más, llegaron ellos a jugarlos. Desde entonces sí que tiene mérito obtenerlos, aunque no hayan obtenido ninguno salvo en sus estadísticas soñadoras. En fin… Oímos las declaraciones y excusas de Manuel Pellegrini al finalizar el encuentro y no podemos sino reafirmarnos en el tema de los complejos.
Dicho esto, qué sabor agridulce el del resultado del Sevilla Fútbol Club , cuando nos hubieran venido tan bien los tres puntos en lo que verdaderamente importa, que no es compararse con un equipo de medio pelo, sino salvarse para poder hacer una reflexión serena sobre los errores tan graves cometidos en estos últimos tiempos. Cuánto trabajo nos cuesta meter un gol de jugada, con un delantero de protagonista. Qué pocas ocasiones tienen nuestros delanteros y, cuando las tienen… Menos mal que ahí está Nemanja Gudelj para sacarnos de apuros de vez en cuando. Vaya golazo que se marcó el serbio, cuyos dos goles, el de Mallorca y este, tendrán que estar entre los mejores de la Liga de esta temporada.
Ojalá que contra la Real Sociedad podamos revertir la dinámica de sumar tres puntos en casa. Eso sí que sería un aldabonazo para levantar el ánimo, ganar en el Sánchez-Pizjuán para decir que aquí estamos otra vez, y poder salir de un pozo en el que, como dice Sampaoli, el Sevilla Fútbol Club no está acostumbrado a vivir.
Por eso, centrémonos en lo importante. Hoy lunes será un día de no perder mucho tiempo con ellos. Ya sabemos la retahíla que nos espera a la hora del café: qué suerte habéis tenido, lo del árbitro ha sido un atraco, si no llega a ser por… Ni un minuto habrá que perder. Ahora toca hacer piña contra la Real. Porque es importante, porque es lo más importante en este momento. Porque debemos llegar al parón mirando hacia otro lado en la clasificación.
Lo cierto es que llegamos muy mal al derbi. Solo los más optimistas, y sin más motivo que esa fe desmedida que nos regala el fútbol, pensaban que esta vez íbamos a sacar algo, tal es la diferencia actual en la clasificación y en el estado de ánimo alrededor del Sevilla Fútbol Club. Salimos del derbi mucho mejor, pero no podemos olvidar que empatamos ante un equipo que jugó casi medio partido con uno menos que nosotros. Que el optimismo no nos nuble la cabeza, porque la situación sigue siendo muy grave y lo que toca es no perder la fe, estar todos a una y salir del atolladero en el que nos hemos metido en una planificación loca e inexplicable.
Pero, como se ha visto en este partido, el fútbol cambia en el momento menos pensado. Ojalá que la fase más negativa de la temporada haya tocado a su fin. Pero para que eso sea así, ganar a la Real Sociedad es imperativo. Una victoria nos dará alas y una derrota nos retornaría de nuevo a la casilla de salida. Toca dar el do de pecho ante un equipo sólido que no quiere perder comba arriba y que vendrá dispuesto a volver a sumar como lo había hecho hasta hace bien poco. Pasemos página. Lo nuestro es mucho más serio y la batalla será larga, muy larga.