Definitivamente este Sevilla es otro en la Europea League. Allí no jugamos finales cada semana como en La Liga de andar por casa. Muy mala señal es que llamemos “final” a cada encuentro que disputemos con los de-abajo, Esto significa que nuestras aspiraciones se limitan a ser el primero de los últimos. Ya sé que esto es lo que hay. Peor sería naufragar entre antiguos delirios de grandeza. El sevillismo lo ha entendido ¿La diligencia? No lo tengo tan claro.
Muchos sevillistas de mi edad pensábamos que no volveríamos más a soportar este tipo agónico de “finales“. Creíamos no ya que la Champions iba a ser el “campamento base” (como decía Pepe Castro) pero sí que este se ubicaría no muy lejos de la Europa League. Nunca que volvería el fantasma fétido del segundazo. Después de tantos éxitos estábamos preparados para el tedio de la mediocridad, pero no para el temblor del abismo.
Lopetegui nos ha dejado el futbol ansioso y angustioso que vimos en la liga pasada. Sampaoli no ha conseguido contagiar la alegría, amateurismo le llama, de su ideología futbolística, Juanma Lillo dice. El peligro de ensayar esa alegría en estas circunstancias es que se puede tornar fácilmente en sarcasmo cruel. Ejemplo de esta peligrosa mudanza de alegría en sarcasmo es la reiterada imagen de futbolistas desorientados intentando leer el “papelito” de Sampaoli.
Confirmamos esta semana que el equipo parece mucho mejor de lo que es en Europa y mucho peor de lo que es en España. Pienso que el rico ecosistema futbolístico europeo es mucho más favorable al Sevilla FC que el enrarecido ambiente la liga española. Y esto se nota incluso en un equipo tan desequilibrado como es este Sevilla. Ciertamente sin Fernando no hay orden defensivo y sin Pape no hay empuje ofensivo y ninguno de los dos estaba el domingo. Miren la diferencia que va del Jordán del día de los turcos y el Jordán frente al Almería. Menos mal que aun así ganamos. Solo una cuestión permanece estable tanto aquí, como en Europa: ¡Que dos porteros tenemos!