Que el Sevilla Fútbol Club vuelva a ganar una vez más en el terreno del Real Betis Balompié es posible, así lo dicen la historia y las estadísticas, aunque debemos reconocer que ellos, esos, pueden llegar a pensar que como no venzan esta vez van a tardar mucho en tener una oportunidad tan clara de hacerlo.
Que puedan llegar a pensar eso, y que encima se lo crean, es un arma que puede volverse en su contra. Porque es cierto que el equipo está muy justo, que la lista de lesionados se agranda por días y que, por mucho que puedan llegar fichajes pronto y de los buenos, es difícil que de aquí al sábado puedan acoplarse en un sistema de juego que es una obra de arte y de coordinación, una danza en la que todos los futbolistas saben dónde están los demás sin necesidad de mirar hacia otro lado.
Que Diego Carlos debió haber descansado el pasado miércoles es algo que quedó muy palpable ayer, como también lo es que la mala caída de Jules Koundé puede terminar de romper el eje de la mejor defensa de Europa. Sí, es muy probable que de los titulares que iniciaron la temporada solo pueda jugar en el Villamarín el Huevo Acuña, si bien hay que reconocer que el rendimiento que está ofreciendo Gonzalo Montiel hace que duela menos la baja de Jesús Navas.
Sin embargo, y a pesar de todas las bajas, a pesar del cansancio acumulado y la escasísima posibilidad de rotar—apenas Rakitic pudo descansar algo ayer—, Jul y Gan, y este humilde servidor que los transcribe, tienen la certeza de que la victoria puede ser nuestra- ¿Por qué? Porque somos, aficionados, jugadores y técnicos, el puto Sevilla Fútbol Club.
Habrá aficionados que hayan tachado el encuentro frente al Getafe como un partido mediocre, que se quejen de la parquedad del resultado frente a uno de los equipos de abajo. No vamos a decir que ha sido el mejor partido del Sevilla, claro que no, pero sí podemos afirmar, así lo creemos, que los futbolistas que defendieron nuestra camiseta dieron una hermosa lección de fútbol. No del fútbol estético de tiqui- taca ni el de jugadas espectaculares, aunque alguna hubo, sino de ese que tanto se necesita a lo largo de la temporada y que habla de solidaridad, sufrimiento, esfuerzo colectivo. Ver cómo se mueven los futbolistas al son del balón, cómo se combina con un compañero al que no hace falta casi mirar dónde está, o replegarse de la forma en la que lo hizo para recuperar el balón cuanto antes es una auténtica hermosura.
Los futbolistas son el puto Sevilla Fútbol Club porque luchan, atosigan, agotan al adversario, y lo hacen cuando parece que ya no hay gasolina para más. El ejemplo de sufrimiento, de gallardía en la pelea, de dejarse el alma en cada jugada que estamos viendo en estos partidos con el equipo diezmado, merece tanto respeto, es de tal nobleza y bravura, que cualquier equipo que crea que puede vencernos lo va a pasar mal, muy mal, para conseguirlo. Y que muy probablemente no lo vaya a hacer. Podrán venir uno, dos, tres fichajes. Más incluso, Vale. Pero honor y gloria a estos jugadores y a los cachorros que se asoman al equipo, que interpretan como nadie el espíritu de casta y coraje que nos caracteriza.
Pero, ojo, también los aficionados somos el puto Sevilla Fútbol Club. También nosotros hemos entendido nuestro papel, lo que se espera de los que habitamos la grada, lo que podemos aportar. Y si los jugadores se dejaron la piel sobre el terreno de juego nosotros nos dejamos la garganta. El puto Sevilla Fútbol Club es una comunión, algo sagrado para nuestra fe balompédica, y los que vengan tendrán que catequizarse cuanto antes, más les vale.
De acuerdo, podemos llegar en cuadro al partido de Copa, nos pueden dar por muertos. Pero que tengan mucho cuidado, no vaya a ser que cuando el árbitro pite el final del partido tengan que volver a manosear esa frase que tanto les gusta y que dice algo así como manque pierda.
Ustedes no engañan a nadie y menos a los sevillistas, váyanse a por noticias a la palmera…