Solvencia, solidez, consistencia pueden ser calificativos que definan el extraordinario Sevilla Fútbol Club que ha construido Julen Lopetegui en las tres campañas que lleva al frente de nuestro equipo, durante las cuales ha demostrado cualidades que le avalan para ser considerado como un gran entrenador, por mucho que una parte del sevillismo se resista a olvidar aquellos argumentos por los cuales lo recibieron de uñas en el verano de 2019. Sin ir más lejos, JLo les dio el pasado domingo un argumento más para ser criticado, ya que la victoria ante el Getafe por 1-0 se fraguó con su ideario básico: control del balón durante todo el partido hasta lograr el primer gol y a partir de ahí continuar con el dominio y la posesión pero mirando más hacia la horizontalidad que hacia la verticalidad.
Quienes profesan la aclamación al entrenador vasco tienen suficiente con eso, máxime teniendo en cuenta las actuales circunstancias de merma de la plantilla por culpa de lesiones, covid y Copa de África. Obsérvese que sólo el ‘másqueunclub’, al que aventajamos en 12 puntos, está sufriendo una plaga de bajas tan considerable como la de nuestro equipo, y su trayectoria ya se está viendo cuál es, lo cual representa una buena muestra del extraordinariamente meritorio quehacer de JLo.
No obstante, quienes continúan instalados en la crítica no tendrán en consideración semejantes contratiempos y encontrarán argumentación en otros detalles que les reforzarán en su idea de que no es el vasco el entrenador que llevará al Sevilla Fútbol Club a cotas tan elevadísimas como ganar la segunda liga de su historia. Evidentemente que eso son palabras mayores, un hito reservado exclusivamente para los mejores, para aquellos que son capaces de traspasar la fina línea que separa al gran entrenador del buen entrenador.
El gran entrenador es aquel que maneja absolutamente todos los detalles que puedan reportar algún beneficio a su equipo por pequeño que sea tanto dentro como fuera del campo. Y precisamente en esta última semana, JLo ha dejado escapar un detalle de esos que no son propios de un gran entrenador cuando su club está inmerso en un periodo de fichajes tan importante como éste.
Allá por el verano, cuando el míster del Sevilla Fútbol Club era preguntado por las incorporaciones que tendría el equipo, su lacónica respuesta, algo habitual en él, era delegar responsabilidades en Monchi, calificándolo como el mejor director deportivo del mundo y celebrando su fortuna por trabajar con él. Este argumento de manual ha caído en la zona de la desmemoria del vasco quizá atormentado por tanta mala suerte, llevándole a recurrir con demasiada frecuencia a apelaciones lastimeras sobre la reducción de efectivos que lleva sufriendo desde casi el principio de la temporada. Por supuesto que JLo no se inventa nada ni exagera un ápice la magnitud del impacto que tantos contratiempos tienen en la plantilla, pero la insistencia en el lamento ha de medirse para no entrar en terrenos que no le son propios y en los que puede no beneficiar a la entidad.
Cuando el entrenador pregona que su plantilla está en gran medida mermada e incluso reclama celeridad en la incorporación de refuerzos, como hizo JLo en la previa al partido copero del Sevilla Fútbol Club en Zaragoza, está descubriendo sus puntos flacos ante los rivales y, sobre todo, está mermando la fortaleza de su entidad en las negociaciones que mantenga con otros clubes. Es evidente que, si el interlocutor conoce las debilidades y premuras por cerrar un acuerdo, se hará más fuerte en sus planteamientos y apenas moverá un ápice su posición. Las prisas son habitualmente malas consejeras pero en una negociación es lo último que se debe llevar.
Se imagina uno la cara que debería tener don Ramón Rodríguez, ése al que mucho conocen como Monchi, al leer semejantes declaraciones de alguien que, se supone, está en su mismo bando: tanto afanarse en no dar pistas a los contrarios, ni siquiera ofreciendo el parte de bajas o detalles sobre las lesiones, y a las primeras de cambio es el mismísimo entrenador el que le coloca en una posición de debilidad en un momento tan delicado.
Comprensible es que el míster del Sevilla Fútbol Club tenga prisas por la llegada de nuevos futbolistas, pero no debería olvidar además que el gran borrón de esta temporada, del que él mismo es muy responsable, como es la eliminación de la Liga de Campeones, ha causado el agujero económico que ahora dificulta la captación de esos refuerzos.
Manejar este tipo de detalles, y otros más importantes y más sutiles, es lo que coloca a un profesional en la categoría de bueno o en la categoría de grande. Como ya se ha dicho, la línea fronteriza es fina. La pregunta a partir de aquí es si JLo será capaz de cruzarla.