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Ramos no cambia nada

De la misma forma que un gol en el último minuto no puede cambiar el análisis de un partido, la llegada ‘in extremis’ de Sergio Ramos tampoco debe modificar la valoración de lo que ha acontecido este verano en los despachos del Sevilla Fútbol Club; toda una serie de acontecimientos y decisiones que, en su conjunto, no pueden ser calificados como una planificación. Según la RAE, un plan es un “modelo sistemático de una actuación que se elabora anticipadamente para dirigirla y encauzarla”. No hace falta tener información privilegiada ni haber vivido muy dentro los días veraniegos para concluir que la improvisación ha reinado en todo lo acontecido en las oficinas del Sánchez-Pizjuán, donde cualquier atisbo de conseguir medio euro ha sido bien recibido.

El colmo de la improvisación ha sido el intento de venta de Lucas Ocampos. Con él, se ha puesto de manifiesto que absolutamente todos los jugadores de la plantilla del Sevilla Fútbol Club han estado en venta sin importar cuál fuera el ofrecimiento, poniendo en entredicho el discurso de los dirigentes de que se atenderían las ofertas “fuera de mercado”. Ni los 20 millones cobrados por Bono se pueden considerar fuera de mercado, ni los 12+3 ofrecidos por Ocampos lo eran tampoco; lo que lleva a pensar que en la planta noble del estadio se ha estudiado simplemente cualquier propuesta por cualquier jugador sin atender a la más mínima racionalidad ni planificación.

Por esta misma razón, el tiempo tampoco ha sido un factor calibrado en la importancia que requiere. Daba igual si la propuesta de compra venía a principios de junio o 24 horas antes de un partido. Sea cual fuera el momento y el implicado, los gestores sevillistas estaban dispuestos a deshacerse de cualquier de sus activos, aunque, como en el caso de Ocampos, sea un referente no solo en la plantilla sino también entre la afición del Sevilla Fútbol Club. En las antípodas del comportamiento de Castro y compañía se sitúa el ejemplo de Osasuna, quien el pasado miércoles remitió a la cláusula a un ofertante inglés que pretendía hacerse con los servicios de un jugador importante del equipo, como es el defensa central David García. Eso es tener las ideas claras y mantener una posición de fuerza en el mercado.

Lo fácil y recurrente en estos casos es volver la mirada hacia el director deportivo y descargar las responsabilidades sobre sus espaldas, pero ello supondría obviar varios detalles importantes. En primer lugar, que la nefasta actuación veraniega se viene realizando en el Sevilla Fútbol Club desde hace varios años y con otra persona al frente de la dirección deportiva; y en segundo lugar, que la confección final de la plantilla efectivamente ha supuesto introducir mejoras con respecto a la que finalizó la temporada pasada. Afirmar esto no es incongruente con todo lo anterior, puesto que los graves errores cometidos no incumben tanto al resultado final como al procedimiento que se ha seguido. El principal error ha sido el manejo de los tiempos y su incidencia sobre la implicación de los jugadores, ninguno de los cuales ha tenido garantizada su continuidad en el equipo durante los meses de julio y agosto, ni siquiera aunque estuvieran los puntos ya en juego.

Ni al que asó la manteca se le ocurre mantener en la provisionalidad a toda una plantilla una vez comenzada la competición. No vale apelar a la escasez de fondos ni quejarse de la coincidencia del mercado con la competición ni recurrir a la herencia recibida. Esos son solo obstáculos que un buen gestor debe superar confeccionando un plan, algo que, otro año más, no se ha hecho en el Sevilla Fútbol Club.

Ahora llega Sergio Ramos, envuelto en polémica debido a sus desavenencias pasadas con los Biris, y se echa un manto sobre todo lo acontecido. Vienen dos semanas sin fútbol, días en entrenamiento que van a permitir hacer la pretemporada real que no se ha hecho durante el verano, ya que solo cinco futbolistas se van a ausentar con sus selecciones. Va a ser momento de centrar la mirada en lo importante. Pero se hará estando colista en la clasificación y sin haber sumado ni un solo punto. Eso es jugar con fuego, por mucho que aún queden 105 puntos por disputar.  

En la vida en general, y en el fútbol en particular, no siempre recibe recompensa quien actúa de forma benévola, razonada, y guiado por principios y valores positivos. Sin embargo, es inexorable que quienes se conducen movidos por intereses espurios, realizando movimientos torpes o actuando sin la más mínima dosis de racionalidad, reciban el castigo que su comportamiento merece. Esta máxima irrefutable es la que hace temer que el Sevilla Fútbol Club vaya a desarrollarse por esta temporada mucho peor que en la anterior.

En no pocas ocasiones ha recordado el sevillismo el devenir de un futbolista que traicionó no solo al club sino a sus propios compañeros y, posteriormente, se ha visto aquejado de todo tipo de infortunios y desgracias que han abortado su carrera deportiva. El caso Vitolo es paradigma de eso que algunos llaman el karma, neologismo de lo que durante décadas se ha identificado con el refrán “quien siembra vientos, recoge tempestades”.

Lo que mucho se teme en estos inicios del mes de septiembre y una vez completada la toma de contacto con el campeonato es que los vientos sembrados por el consejo de administración sevillista atormenten al equipo y a la afición durante toda la temporada.

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