Opinión
¿Quién sobra en el Sevilla FC?
Como ya ocurriera entre los años 2017 y 2019, cuando Monchi emprendió su aventura romana, la presidencia de José Castro en el Sevilla Fútbol Club vuelve a adquirir un rumbo errático en una de las funciones más importantes que corresponden a un máximo gestor deportivo, como es la elección de un entrenador. En aquellas dos temporadas pasaron por el banquillo sevillista Eduardo Berizzo, Vicenzo Montella, Pablo Machín y Joaquín Caparrós, por dos ocasiones. Y ello sin olvidar el bochornoso espectáculo en torno a la dirección deportiva con la destitución diferida de Óscar Arias y el recurso al inexperto Caparrós, aprovechándose de su sevillismo irreductible. Este rosario de nombramientos y destituciones era sólo la consecuencia de una impericia manifiesta en la gestión de un club de la categoría del Sevilla FC y revelaba que la labor ejecutiva del presidente se desarrollaba por parámetros de desconocimiento e inaptitud que no cuadraban con la enjundia que estaba adquiriendo la entidad.
Sin embargo, no se puede esconder que José Castro tiene la virtud de estar en el lugar adecuado en el momento oportuno y de saber aprovechar las buenas oportunidades que le presenta la vida. Así fue como la fortuna quiso volver a poner en su camino al mejor director deportivo del mundo para que le sacara las castañas del fuego mientras le duró tal consideración y hasta que perdió la cabeza en un ataque de endiosamiento como el que atenazó a Monchi la temporada pasada. La unión de la incapacidad del presidente con el desquiciamiento del director deportivo tuvo como resultado el regreso al comportamiento histérico de unos gestores demasiado temerosos de los comentarios de la afición, asumiendo un comportamiento populista, en el peor sentido de la palabra.
De tanto pretender cuidar su imagen y de tanto intentar evitar los pitos del aficionado, José Castro ha caído presa de sus temores, de tal forma que ni aunque ganara la Liga de Campeones mejoraría la opinión que el sevillismo tiene de él, ya que han sido tantos sus errores y tan grave su nefasta gestión que actualmente no tiene ni autoridad moral para hacer lo que ha hecho: destituir al entrenador que trajo a las vitrinas del Sánchez-Pizjuán la séptima, y de momento última, UEFA Europa League, permitiéndole además salvar una temporada que iba camino de ser históricamente nefasta. Por mucho que el sustituto de José Luis Mendilibar lleve al Sevilla FC a los mayores éxitos de su historia, la gestión de José Castro sólo puede ser calificada con un suspenso sin paliativos ya que la incoherencia ha sido su característica principal.
El todavía presidente sevillista es incapaz de adoptar una decisión coherente y mantenerla aunque sus consecuencias no sean inicialmente las deseables, pues su única preocupación está en los comentarios en redes sociales y en el cuchicheo de los aficionados. La incapacidad de gestión ha tenido su irremediable consecuencia en el balance económico, con la consiguiente repercusión en la confección de la primera plantilla, que ha obligado a tomar decisiones concretas como la que este verano ha llevado a lastrar al equipo en el inicio de la temporada. Tener en el mercado a todos los jugadores una vez iniciada la liga debido a la necesidad imperiosa de hacer caja fue la causa directa de las tres derrotas obtenidas en los primeros encuentros. Quienes llenaron de piedras la mochila del entrenador, ahora le ponen de patitas en la calle porque no es capaz de escalar la montaña.
¿Quién sobra en el Sevilla FC: el entrenador que no termina esta campaña de conjuntar sus elementos o quienes le confeccionaron la plantilla incluso después de cerrado el mercado de fichajes? Antes de destituir a Mendilibar, José Castro tendría que haber dado muchas explicaciones sobre los movimientos que se hicieron durante el verano y, sobre todo, debería justificar los motivos por los cuales se hicieron tantas operaciones en los últimos días de agosto y en los primeros de septiembre. Quien dirigió de forma tan negligente el proceso de confección de la plantilla, como colofón a una muy deficiente gestión de años, está incapacitado moralmente para pedir responsabilidades precisamente a quien es la primera víctima de sus despropósitos.
Antes de llevar a cabo la destitución, José Castro tendría que haber pedido perdón a Mendilibar por obstaculizar su trabajo de forma tan flagrante. Posteriormente, debía haberse excusado delante de todo el sevillismo y acto seguido comunicar su renuncia como presidente del Sevilla Fútbol Club, un cargo que le viene extremadamente grande, como ha quedado de manifiesto durante ya muchos años.
octubre 10, 2023
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