Esto fue lo que dijo sobre Pape, el entrenador del Sevilla Fútbol Club, al terminar el partido contra el Mallorca: “Creo que es un volante de llegada, porque su desorden a veces genera apariciones que son muy difícil de contrarrestar”. Repasen bien la frase de Jorge Sampaoli, pues contiene todo un tratado sintético de teoría del futbol.
Lo que resulta más difícil de contrarrestar por el contrario es el desorden de un jugador genial. El desorden individual genera un orden colectivo, de equipo, impredecible por el adversario y, por tanto, letal en el juego. ¿No es esto, en definitiva, la esencia de cualquier juego de estrategia? Sorprender al rival.
Si comparamos los movimientos de cada jugador a lo largo de un partido con las interacciones caóticas de moléculas de gas, veremos que son aparentemente ordenadas en virtud de los movimientos de los otros jugadores rivales y del deambular del balón. El polo de atracción que ordena el juego es el balón y la disposición táctica de los jugadores en función de la estrategia adoptada por el entrenador. Pero si la rotaciones y desplazamientos del balón son uniformes y las posiciones tácticas de los equipos se cumplen de forma determinista, el resultado sería insoportable; un eterno empate, como una especie de Lopetegui circular, horrible. La ilusión del determinismo deviene en realidad en pesadilla. ¿Qué es lo que rompe la simetría determinista en el fútbol? Pues la velocidad y la disruptiva aleatoriedad de los movimientos determinados jugadores.
Y esto es lo que aportan jugadores del Sevilla Fútbol Club como Pape o Bryan Gil. La velocidad en la circulación de la pelota y en el corte, el inesperado y caótico deambular por el terreno de juego, el desplazamiento inesperado a larga distancia del balón, la adopción de la alternativa más improbable en el regate o la asunción de riesgos temerarios en la entrega al compañero. Esto es lo que llama Jorge Sampaoli el ‘amateurismo‘ en el fútbol: la ruptura de la simetría.
El Sevilla Fúitbol Club de Julen Lopetegui era, en la mejor de sus versiones, un equipo que buscaba y guardaba la simetría. El estilo de fútbol de Lopetegui no era táctica, ni técnicamente burdo, grosero o ramplón -como han dicho algunos con inexactitud inversa que lo único que demuestran es la ramplonería es su mirada-, pero era insoportable. Estaba imbuido de la simetría del infierno de Dante.
El Sevilla Fútbol Club de la primera parte del pasado sábado era un equipo que destrozaba la simetría. ¡¡Bienvenido al caos de lo real que nos enamora!!