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Guitepelo

Ha virado 180 grados el Sevilla Fútbol Club en su juego, su planteamiento, su filosofía y sus conceptos con el cambio de entrenador. Sobre la misma base; como si fuera una veleta; manteniendo el mismo punto de apoyo pero apuntando hacia el lado contrario. No se trata de mirar hacia atrás ni de ajustar cuentas con lo acontecido; las apelaciones que se hagan desde ahora al pasado reciente no son más que comparaciones con el futuro inmediato y, para ejemplificarlo, recúrrase al partido contra el Manchester City en contraposición con lo acontecido en el primer episodio de la era Sampaoli. 

El estreno en esta, hasta ahora, desafortunada temporada en la Liga de Campeones ponía sobre el césped del Sánchez-Pizjuán un once sin delantero centro ni extremo, es decir, sin jugadores con netas vocaciones ofensivas, de esos que tienen el gol entre ceja y ceja y no buscan más que la portería o el área contraria en cada encuentro. El entonces entrenador Julen Lopetegui ordenaba un once con futbolistas con gusto por el toque -Isco, Papu, Rakitic- pero carentes de ambición atacante si no cuentan con alguien ubicado metros adelante. Esos mimbres contrapuso a un equipo como el Manchester City, caracterizado por el manejo del balón, el control del juego, la búsqueda permanente del gol teniendo el balón en su poder. El resultado, además de lo que figuraba en el marcador, fue un partido en el que los sevillistas corrían detrás de la pelota y eran incapaces de tapar los espacios por los que deambulaban los visitantes como perico por su casa.

Semanas después, con un nuevo inquilino en el banquillo, el Sevilla Fútbol Club despliega una primera media hora de juego fulgurante, vertiginoso, inclinando el terreno de juego hacia el área rival, hasta que la mente (sí la mente, olvídense del tópico de la carencia de fondo físico; la cabeza pesa actualmente mucho más que las piernas) les devuelve hacia lo que hasta ahora es su costumbre: correr detrás de la pelota. Y ahí es donde la veleta gira con furia y vértigo y aparece el concepto contrapuesto. Cuando antes los jugadores escuchaban que cada partido es una conquista que requiere de un duro batallar, ahora lo que le llega a sus cerebros es que están ante un juego consistente en amar la pelota, y no correr detrás de ella. Lo primero es propio de Lopetegui y de repente quien les habla es Guitepelo.

El mensaje ha virado 180 grados. Ahora ya no se elogia el derroche de energías estrictamente defensivas que lleva a ceder el protagonismo al equipo rival mientras se pugna por destruir. El nuevo concepto es el del ataque como mejor método de defensa para que los esfuerzos no se dirijan a la destrucción del juego rival sino a la construcción del propio, para lo cual es necesario recuperar la posesión del balón con rapidez para volver a amarlo y buscar la consecución del gol, verdadero y único objetivo de este juego. Si hasta el miércoles 6 de octubre la orden interiorizada en la mente de los futbolistas y en los ojos de los aficionados era el ‘unocerismo’, el marcar un gol y a partir de ahí que el reloj fuera descontando minutos; la llegada al día siguiente de Jorge Sampaoli supone un shock mental: nada de especular, nada de combatir, no hay conquistas, a partir de ahora sólo existe una obsesión, buscar la portería contraria y marcar goles; cuantos más, mejor.

Por fortuna para la afición del Sevilla Fútbol Club, el cambio de filosofía, aunque radical, mantiene una misma base, de ahí que la plantilla de futbolistas no precise de una revolución sino de ligeros retoques que habrán de llegar cuando dentro de casi tres meses se vuelva a abrir el mercado de fichajes. Es de suponer que no va a ser muy difícil que el ideario de Jorge Sampaoli cale en la mente de futbolistas como Isco, Papu, Suso, Óliver, Lamela, Januzaj, Tecatito, Rakitic, todos ellos amantes del control del balón, así como otros como Acuña, Montiel, Telles, Navas, cuyo afán por la búsqueda del área rival también es notorio. Ése el brote verde que ha germinado con inmediatez en la opinión del sevillismo, desde donde, evidentemente, no se espera una transformación inmediata con apenas tres entrenamientos del nuevo equipo técnico.

Hoy mismo, desde Alemania, nos llega la segunda oportunidad para comprobar si la evolución ha avanzado algún paso más allá de los incipientes detalles que ya se vieron ante el Athletic de Bilbao. Más nos vale que así sea pues esta actual plantilla será la que tenga que sacar las castañas del fuego y completar toda la temporada. Difícil es que en el mercado de fichajes de invierno se puedan hacer muchos cambios de jugadores, entre otros motivos, por la propia idiosincrasia del mercado, en el que sólo están disponibles los futbolistas descartados por sus respectivos equipos. Más fácil será que venga algún futbolista de allende los mares. Entre fichar a Chimy Ávila, por quien Osasuna pedirá la cláusula, o negociar por Gabriel Barbosa, Gabigol, con el Flamengo una vez que ya haya acabado el Brasileirao parece que la segunda opción es la óptima. Pero ese futuro está muy lejano.

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