Son muchos los síndromes que podría citar para tratar de dar una explicación a la profunda crisis del Sevilla Fútbol Club: el síndrome del miembro fantasma, como ejemplo de una pretendida superioridad que aún se siente pero que ya no se ve sobre el césped; el síndrome de Oblomov, como miembro de una nobleza venida a menos y en ruinas que pretende mantener las apariencias mientras las deudas lo acorralan; el síndrome de Koro, que justificaría la desaparición del coraje que ha de residir allá donde Rubiales se agarró junto a Letizia y heredera; o incluso el síndrome del Capgras para comprender cómo tenemos a un del Nido que no es del Nido sin querer más a uno ni a otro.
Sin descartar ninguno de los anteriores, quizás el delirio actual podría llevarnos a acuñar un nuevo síndrome: el síndrome de Marcão. Y es que el defensor carioca sirve como metáfora para entender lo que sucede en el Sevilla Fútbol Club en todos sus niveles. Como Marcão, el club tiene porte, condiciones propicias al triunfo, oficio y experiencia. Por otra parte, también como Marcão, el club no está ni se le espera, es frágil como un ficus hispalense y por más que quiere no logra poder.
Y en estas estamos mientras se acerca el derbi, y si salimos con vida será más por la falta de pericia de un vecino que acostumbra a verse demasiado pronto siempre con la piel del oso entre sus manos, al que la ansiedad le juega después tan malas pasadas. Sin que pretenda serles yo de ayuda, convendría recordarles aquello que decía Tomás Moro de Esas cosas, buen Señor, por las que rezamos, danos la gracia de trabajarlas. No obstante, que no empañe la cita (dardo cariñoso) la superioridad futbolística sobre el Sevilla Fútbol Club que a día de hoy detentan. Al César lo que es del César.
Mientras tanto, nosotros, tenemos Marcaos por todas las áreas del Sevilla Fútbol Club: Marcaos en los despachos, Marcaos en el banquillo, Marcaos en la plantilla; y ese síndrome hace que el país entero compre, por ejemplo, la teoría de la conspiración respecto a Medina Cantalejo y ese no penalti que reclama el Celta, o que algunos medios digan sin reparos que el Sevilla “ha robado” un avión a 80 pasajeros en el aeropuerto de Vigo, o se permita que una plantilla indolente decida cuándo jugar bien y qué entrenador despedir hoy … y aquí no pasa nada, porque sufrimos de un mal cuya metástasis se extiende sin remedio, un mal llamado: el síndrome de Marcão.