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El legado de Unzué

No tuve el enormísimo gusto de conocer a Juan Carlos Unzué. Tampoco lo tuve de escuchar esas gradas abarrotadas del Sevilla Fútbol Club gritando aquello de: «ahí está, ése es, es Juan Carlos Unzué». De hecho, no pude nunca verle en directo sobre el verde.

Para quien venga nuevo, me presento. Soy un auténtico sevillista de finales. He vivido el Sevilla Fútbol Club grande, el que se cuela año tras año en Europa. Ese que si no levanta un título cada temporada se lleva críticas. Ese, ese. Por eso, para hablar hoy sobre el último Dorsal de Leyenda sevillista, me he vuelto a sentar a la derecha de mi padre en el sofá y me he dedicado a escuchar.

Todo empieza cuando veo por Twitter un post del Sevilla Fútbol Club: «Juan Carlos Unzué, nuevo Dorsal de Leyenda«. En ese momento pegué un salto (ya valoraba muchísimo el comportamiento del pamplonica) y se lo digo a mi padre. Antes de continuar, él es el que me nutre de sabiduría sevillista, quien me baja los pies a la tierra cuando empiezo a festejar la posibilidad de hacernos una liga o me mira con dos lagrimones en los ojos por ganar una ‘simple UEFA más’.

El caso, Unzué. Se lo comento. Me mira. Con un gesto de rotundidad, claro y conciso me transmite su total conformidad con la decisión del club. En ese momento, vaya cabecita la mía para decir esto, le pregunto: «Pero, papá. ¿No ganó nada con el Sevilla? ¿Tampoco tiene récords? Entonces, ¿por qué?».

Me bastó una mirada de mi padre. Una solita. Comenzó a relatar como si de un redoble de las Tres Caídas se tratase. En un momento, me enteré (primera noticia, lo reconozco) de la verdadera trascendencia que tuvo Juan Carlos Unzué en el Sevilla Fútbol Club. Segundo guardameta con más minutos defendiendo la camiseta nervionense, siete temporadas, 257 partidos oficiales y pleno de partidos jugados en tres temporadas. Vamos, una barbaridad.

Sus números dejan bien claro lo importante que fue en Nervión, pero hay algo que valoro más. Estuvo cuando no muchos querían. En las malas, en las peores. Él tenía aquella ‘otra mentalidad’ que nombré en la primera aparición en este bello espacio. Ese saber querer y defender a una camiseta como si de su pueblo se tratase. Ese dar sin esperar nada a cambio. Ese sevillismo que tanto añoramos. Pero, ¿saben qué es aún más importante que todos sus datos y su amor por el escudo del Sevilla Fútbol Club? Su persona.

Un antiguo entrenador mío, Andrés Maya, tenía una frase que se me quedó grabada para siempre: «El fútbol es un espejo del alma». Y qué razón tenía. Porque en el césped ya se vio como Unzué lo daba todo por los suyos, defendía con uñas y dientes el arco de un equipo que ni mucho menos era en aquel entonces lo que es ahora. No tuvo una mala palabra, un gesto feo. Nunca. Qué casualidad que, años más tarde, sigue demostrando esa personalidad día a día.

Todos pensamos que, en una situación como la que vive él, actuaríamos así. Pero no lo sabemos a ciencia cierta y, ojalá, nunca lo sepamos. Se pasea por todos lados llenando de vida, fuerza y alegría cualquier rincón. Escucharle tan solo un minuto no tiene precio. Por Juan Carlos si me parto yo las manos aplaudiendo. Porque una sola mirada de mi padre me bastó para saber lo que significa como persona. Porque vivir es un regalo, pero a algunos le quitaron el lazo hace tiempo y aún así continúan cuidándolo como el que más.

‘Un Dorsal de Leyenda de vida’, lo llamaba mi compañero Manuel Vicente. Para mí, Juan Carlos Unzué es un ejemplo. Al igual que mis abuelos, los que sufrieron en silencio para hacer feliz al resto. Que lucharon y luchan cada día por hacer entender que la vida está para vivirla. Que dejaron una huella que jamás se borrará. Esas personas deberían de ser eternas, dicen. Perdón, pero son eternas. Y siempre lo serán.

Gracias al Sevilla Fútbol Club, por seguir galardonando a aquellos que te hicieron grande y, sobre todo, a aquellas personas que humanizan una sociedad contagiada de inhumanos. Gracias papá, por continuar enseñándome que lo que más importa en la vida y en el fútbol no son los títulos ni los récords. Muchísimas gracias a Juan Carlos Unzué, por dar lecciones de cómo afrontar y luchar ante todo. Y gracias a aquellos que, aunque no están entre nosotros, lo estarán siempre.

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