Empecemos por la conclusión: si no tiene ningún sentido que los aficionados del Sevilla Fútbol Club se dividan en partidarios de Castro o de Del Nido, menos aún que se enfrenten personalmente e incluso se insulten. Por el bien de la entidad, convendría que se calmaran los ánimos y que los sevillistas dejaran de alinearse en trincheras desde donde arremeter contra todo aquel que discrepe de sus opiniones.
La pasión inunda todas las vertientes del fútbol y es lógico que, en momentos de crisis, se exalten los ánimos hacia la confrontación y la discordia; pero de ahí a entrar en pugna directa entre aficionados y perder la compostura y las buenas formas media un abismo.
La inmensa mayoría del sevillismo anhela que la propiedad del Sevilla Fútbol Club esté siempre en manos de accionistas que sientan nuestros colores y que no vengan a asumir el control sólo con pretensiones de rentabilidad económica. Sin embargo, nadie puede garantizar que esta premisa sea de obligado cumplimiento para los protagonistas principales del accionariado, así que se puede aventurar que algún día llegará en que un jeque árabe, un fondo de inversión norteamericano o un magnate chino quieran adueñarse del club con fines estrictamente económicos.
En caso de que esto ocurriera -y no es descabellado pensar que algún día ocurrirá-, quienes hoy pugnan por ocupar la presidencia de la entidad no dudarán en aceptar los maletines llenos de billetes de euros que les pondrán encima de la mesa a cambio de sus acciones. Ese será el momento en el que desaparezca la confrontación entre Castro y Del Nido; ambos descorcharán una botella de buen champán francés y celebrarán haber hecho el negocio del siglo con el Sevilla Fútbol Club.
Y en ese momento, ¿dónde quedarán los sevillistas que entraron en una trinchera para enfrentarse contra otros sevillistas? Castro y Del Nido se abrazarán copa en mano mientras que el sevillista Miguel seguirá peleado con la sevillista Lola y el aficionado Carlos tendrá que pedir perdón por los insultos que un día profirió contra el abonado Rubén. ¿En qué momento se le ocurre a los sevillistas de base defender con tanta vehemencia a dos millonarios inmersos en sus cuitas empresariales?
Tan lógica como la pasión que inunda al fútbol es la necesidad de buena parte de los seres humanos de tener un líder, un referente al que seguir. Es un rasgo característico de las personas tomar partido en favor de alguna figura carismática, o relevante, y asumir como propio el devenir de su líder sin caer en la cuenta de que el ídolo no atiende más que a sus intereses personales y que, cuando los tenga satisfechos, adoptará las decisiones que considere oportunas pensando única y exclusivamente en el beneficio propio sin tener en cuenta las circunstancias ni del colectivo ni de los individuos que lo componen. Luego entonces, ¿a qué ese énfasis en la defensa de un millonario que atiende, y atenderá siempre, sólo a su interés?
El sevillismo es un colectivo formado por millones de personas que en ningún caso pueden conformar un pensamiento homogéneo. De ahí que se considere, no sólo oportuno, sino incluso conveniente que haya disparidad de criterios y que cada individuo encuentre razones para sentirse mejor representado por uno u otro dirigente. Las formas de gobernar el Sevilla Fútbol Club de Castro y Del Nido están en las antípodas, así que no es de extrañar que cada sevillista se sienta más identificado con los métodos, e incluso la personalidad, de uno u otro. Todo ello entra dentro de lo comprensible desde el punto de vista humano y, en efecto, está amparado por el marco legal que protege la libertad de pensamiento, de opinión y de expresión. La confrontación de opiniones siempre será un rasgo de enriquecimiento del ser humano.
Ahora bien, hablamos de confrontación dialéctica basada en el respeto a la discrepancia y desarrollada en un contexto de buena educación y de formas correctas. Establecer trincheras, expresarse con odio, desenvolverse con acritud contra el discrepante, proferir insultos, no pueden ser bajo ningún concepto comportamientos en torno a los cuales se desarrolle esta etapa de crisis que lamentablemente sufre el Sevilla Fútbol Club. No se trata de ‘estar conmigo o contra mí’. En el sevillismo deben caber tantas opiniones como personas lo conforman. Todas las familias atraviesan momentos complicados pero la familia roja y blanca del Sánchez-Pizjuán nunca debe ser una familia mal avenida.