Que el Sevilla Fútbol Club merece respeto es algo de lo que no debería dudarse, es algo que nadie con dos dedos de frente sería capaz de negar, pero que en la práctica, en los hechos, en lo que importa, sucede casi a diario.
No hay que hablar únicamente del encuentro frente al Rayo Vallecano, en el que fueron capaces de birlarnos un gol y un penalti que en nuestro caso significan que ese rearbitraje que negaban que iban a volver a hacer lo iban a cumplir solo con algunos. Visto lo visto, desde estas líneas Jul y Gan proponen que se elimine la palabra RESPECT de las camisetas del Sevilla Fútbol Club o, en su defecto, se reescriba como UNRESPECT, porque eso es lo que sucede en realidad.
No hay respeto, y solo importamos cuando hay que buscar un chivo expiatorio, cuando hay que dar una lección y un aviso para navegantes. En casa recordamos cómo hace muchos años, la regla de los ocho segundos, los máximos que el portero podía retener la pelota sin sacar, se aplicó por primera, y quizás por única vez a… ¿saben a quién? Eco, al Sevilla Fútbol Club, a nuestro portero Palop. Como podrán recordar en este ejemplo y otros más que a ustedes se le vendrán a la memoria, las cosas que suceden de forma aislada ni son ni mucho menos casualidad.
Como decíamos, en esta semana las faltas de respeto hacia el Sevilla Fútbol Club no han sido solo cuestión de lo que sucedió en el encuentro en Vallecas. El viernes pasado, la única victoria española en la Europa League se ninguneó en las noticias deportivas estatales de la cadena pública, prueba evidente de que España es Madrid y los demás pertenecemos a colonias, la nuestra se llama Andalucía Sumisa, de los restos que aún quedan imperio.
De lo que sí se habló aquel día fue de la desgracia del empate del enemigo número uno del imperio, el Barça, equipo de la colonia denominada Catalonia Porculorum, y hablar en negativo de los azulgranas al fin y al cabo es continuar hablando de lo bueno que es el Madrid, que tiene un estadio con el que alucinó Mbappé, a decir del hooligan periodista que daba la noticia (eso debe ser una noticia para un profesional del periodismo) , al que le bastó ver al francés mirar al cielo para sacar toda suerte de interpretaciones acerca de su deseo de jugar allí. Ese sí que es un hooligan y no nosotros. Pues nada, el hexacampeón de la Europa League no mereció ni un segundo en la cadena nacional y se le relegó a las noticias locales del incombustible Telesur, ese que colocan después de las noticias del tiempo (de Madrid) y antes de las noticias de Ceuta y Melilla.
Que suceda esto no es algo de lo que pueda hacerse responsables únicamente a los que viven en el ensimismado imperio ayusino, no nos engañemos. De hecho, y aunque se llamen Televisión Española cuando perfectamente podrían llamarse Telemadrid- 2, la mayor cuota de culpa la tenemos nosotros por no hacernos respetar. Porque si los andaluces no nos respetamos a nosotros mismos, quién nos va a respetar. Y perdonen esta falta de respeto al lenguaje por repetir y repetir la palabra respeto en un solo párrafo, pero es que el artículo va de esto.
Como los andaluces no nos respetamos sucede lo que sucedió en Vallecas o en Televisión Española el otro día. Pero eso no sería nada si no fuera porque es el reflejo de cosas mucho más importantes y que son realmente trágicas para todos y no para el club de fútbol más importante de Andalucía. Por ejemplo, que las mejores cabezas y la gente más preparada se tengan que ir a trabajar fuera si quiere tener éxito en sus disciplinas sí que es triste. Que nuestra tierra se desangre formando a sus hijos para que otros disfruten y se beneficien de su trabajo, sí que es terrible. Que, encima, continuemos sin pensar en nuestra tierra, en el futuro de nuestros hijos, en el esfuerzo de gente que se desloma por hacer de nuestra tierra un lugar más digno para los que viven aquí, es terrorífico. Que algunos quieran más y más España, que es lo mismo que decir más y más centralismo, más y más Madrid para resolver nuestros problemas, es desolador.
Porque al final, como Martínez Munuera y Gil Manzano en Vallecas, como los presentadores de deportes de la televisión pública, lo único que vamos a conseguir es perpetuar esa falta de respeto, para desgracia de nosotros, de nuestros hijos y de los hijos de nuestros hijos.