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Lopetegui sí o no

Anda el sevillismo tenso. Esa fue la primera frase que pronunciaron Jul y Gan al sentarnos en el salón tras la victoria del Sevilla Fútbol Club contra el Granada. Poco antes, cuando íbamos a abrir la puerta de casa, nos dimos cuenta de que nuestro vecino el bético nos observaba a través de la mirilla.

Quizás esa fuera una de las claves—pensé yo un rato después, harto de que en sus conversaciones me dieran menos bola que a Munir.

Quedan cuatro partidos en casa, alguno de ellos tan importante como el del próximo Domingo de Resurrección del Sevilla Fútbol Club frente al Real Madrid, y el ambiente puede convertirse en irrespirable si en la grada vencen los aficionados tuiteros, tal y como los llamamos en casa, emberrenchinados con el juego de posesión y pase atrás del equipo de Lopetegui, al que hacen culpable de esta calamitosa temporada en la que vamos terceros, el mismo puesto que ocupábamos cuando nos entrenaba Manolo Jiménez, al que vuelven a reclamar quienes en su día pidieron su cabeza. Cosas veredes, que diría don Quijote de la Mancha, el cual, como esos entrenadores de grada, come huevo y no se mancha.

Antes de continuar, y a modo de inciso, se denomina tuiterismo a la ciencia que estudia la psique de personas que se escudan tras de un ordenador, o en la masa si actúan en modo presencial, para mediante un ejercicio de desinhibición absoluta, liberarse de toda contención y reflexión a la hora de emitir opiniones que jamás pasan por el cerebro. Estas personas suelen utilizar alias en las redes sociales, y en modo presencial rara vez desvelan su nombre ni procedencia, para así garantizar su anonimato. Twitter suele ser su red social preferida, aunque también gustan de grupos especializados de Facebook, y una grada de estadio de fútbol su opción presencial predilecta. Por lo general, su forma de expresarse incita a otros al silencio, lo que produce una retroalimentación en quien padece de tuiterismo, lo que le estimula para emitir más opiniones, menos filtradas y con mayor torrente de voz. Por lo general, su masa cerebral es poco voluminosa, si bien hay otros serotipos que sí que tienen un cerebro en condiciones pero que se contrae ante los ordenadores o entre la muchedumbre.

Dicho esto, extraído literalmente de Tuitipedia y, a pesar del profundo desagrado que nos producen esos aficionados tuiteros que dicen torcer por nuestro equipo, no les vamos a quitar la razón. Pero la cuestión es demasiado compleja como para que la respuesta binaria de sí o no, a favor o en contra, del entrenador vasco no sea una simplificación indeseable.

Y, por otra parte ¿es lo más conveniente para la consecución de los objetivos del Sevilla Fútbol Club, con el final de temporada a tiro de piedra, estar discutiendo sobre este tema? Es probable que no, y la ofuscación de la grada hace daño, mucho daño, al equipo. Ya se vio frente al Granada, en un partido en el que disfrutamos de muy pocos minutos con el marcador a favor, los que hubo entre el 2-1 y el 2-2 y los de descuento, cuando al fin Rafa Mir no es penalizado de nuevo por el VAR. ¿Cuántos goles o penaltis le han birlado al chaval en esta temporada esos señores que tan arbitraria y retorcidamente utilizan la tecnología para que el cambio nada cambie y todo continúe igual?

Por si el partido no nos hubiera puesto de los nervios, escuchar a la gente gritar ante cualquier pase atrás del Sevilla Fútbol Club para buscar una mejor opción, acabó por ponernos el alma en un puño. Y no debemos olvidar que el ambiente de nuestro estadio es contagioso para los futbolistas, con lo que tiene eso a veces de ventaja, pero también puede ser un búmeran contra los nuestros en momentos como los que vivimos la noche del viernes.

Lo cierto es que el equipo no se rindió, que luchó hasta el final y que, ayudado por un Granada ambicioso que supo que nos podía ganar, encontró la vía del gol y nos llevó a la victoria. Y ahí se apagó el tuiterismo, al menos hasta la salida del estadio cuando volvimos a ejercer nuestro papel de, más que de entrenadores, de alineadores y de estrategas, tan parecidos a los capataces de cofradía seria de Semana Santa con eso del “siempre de frente”.

La cuestión es compleja. En épocas de piernas fuertes y ausencia de lesionados, mover la pelota de un lado a otro, hacer correr al adversario hasta la extenuación, dio buenos resultados, en especial cuando alguien arriesgado e imaginativo, con capacidad para romper líneas como el Papu Gómez, era capaz de encontrar unos espacios que otros ven con más dificultad, ayudado también por el cuidado atento de futbolistas con el sentido táctico y defensivo de Fernando Reges. Ahora el momento es otro, y bien habrá que analizar el porqué en materia de lesiones, entrenamientos y gestión de los profesionales, pero también el espíritu combativo del equipo, el alma del grupo, resiste, y los aficionados no podemos, no deberíamos, atacarlo

Que los vecinos nos observen desde la mirilla también incomoda. Jul se preguntaba si nos sentiríamos igual en el caso de que el equipo ese que con tan mal estilo disfruta sus victorias ocupara su posición tradicional en la clasificación. Probablemente, no. Y eso llevó a Gan a hacerse una nueva pregunta, ya se sabe que una cosa suele llevar a la otra:

—¿Será que a nosotros se nos ha olvidado que si estamos donde estamos se debe al esfuerzo colectivo, a la humildad y a la unión de todos?

—Puedo entender a un joven que proteste porque no ha visto otra cosa que títulos. Pero ¿de qué van esos tíos cuajados que no vieron en su vida levantar más copas que las de los torneos veraniegos? —insistió.

Hace unas semanas, nos quejábamos de cierta gentuza que no sabía ganar. Tipos como el cómico Guardado, el cantante Joel Robles o el domador de pandas Borja Iglesias, que, como sus jefes lo más que habrán ganado sea a las cartas en una concentración. En esa gente es lo normal, no pueden haber aprendido lo que no han experimentado, lo suyo siempre ha sido observar desde la mirilla para ocultar la envidia. Pero, más allá de eso, somos nosotros los que ahora nos preguntamos si a nosotros se nos ha olvidado algo, si en este camino de éxito nos hemos dejado por el sendero aquello que nos llevó a ser un ejemplo para los humildes, una esperanza de justicia en un mundo donde, hasta que llegamos nosotros, solo gobernaban los talonarios.

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