Si ustedes visitan una librería, algo que recomiendo vivamente, pues nunca le incluirán en interminables y desesperantes listas de espera y siempre tendrán un remedio para sea cual sea su dolencia o inquietud existencial, si ustedes visitan una librería, digo, comprobarán que existe una colección de libros cuyos títulos invariablemente incluyen la apostilla “para dummies” y que abarcan materias tan dispares como la filosofía, los idiomas (muchos idiomas), la estadística, el feminismo, la Historia de España, la teoría musical, internet, negocios y emprendimientos, etc…
El término “dummie” procede del inglés y es una manera simpática (¿?) y cariñosa (¿?) de llamarle a uno tonto. La colección de libros “para dummies” pretende explicar la existencia humana, en sus más que infinitos matices, para lectores no excesivamente duchos en la asignatura de la comprensión vital.
Aunque existen la versión británica, “Football for dummies”, y la norteamericana “Soccer for dummies”, aún no está disponible la versión en castellano, “Fútbol para tontos”, lo cual lamento profundamente porque estoy viendo que me hace más falta que nunca. Recién inaugurada mi cuarta temporada en esa bendita Colina, reconozco abiertamente que cada vez entiendo menos de fútbol.
En condiciones normales, si leo algo así como “forzaron la ventana con una palanca”, mi sentido común me dice que alguien ha sufrido un robo en su domicilio. En cambio, futbolísticamente hablando, se ve que nos estamos refiriendo al Real Madrid o al Barça, por lo que el robo se produce en la casa de todos los demás equipos que compiten en la Liga cántabra (¿o era Santander?)
Si el año pasado el término “ventana” fue, con diferencia, el palabro de moda de comentaristas y, por extensión, aficionados, el de esta temporada está siendo “palanca”. La ventana de fichajes, la ventana de las selecciones, la ventana de enero… Y ahora algunos hacen palanca para poder fichar a jugadores de manera, digámoslo finamente, económicamente cuestionable. O sea, para dummies como un servidor, un robo. “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”, decía Joan Laporta, la versión culé de Arquímedes.
Otra expresión que también se escapa por las afueras de mis entendederas es la conocida como “cooling break” o “parada para enfriamiento”, algo que está regularizado y que seguro que ustedes ya saben que se utiliza para que los jugadores puedan ingerir líquido en medio de un partido cuando las altas temperaturas y nueve de cada diez comentaristas deportivos así lo aconsejen. Nada que objetar, faltaría más. La salud es lo primero, que decimos los pobres.
Pero el dummie que llevo dentro se pregunta que si los jugadores sufren las altas temperaturas, quizás también las sufran los espectadores de aquellas localidades en las que da el sol durante los más de cien minutos de partido, descuento y “cooling break” incluidos. Y, en este caso, que más de uno de ustedes seguro que viene sufriendo temporada tras temporada, uno no llega a entender que los precios del ambigú tengan que ver más con el escaparate de una joyería que con un establecimiento de bebidas (para más inri) no alcohólicas…
Por último, y para no aburrirles con más ejemplos de mi manifiesta incompetencia para entender esto del fútbol, tan sólo haré referencia a una encuesta que propuso en redes sociales el pasado lunes este periódico digital que tan paciente y generosamente me acoge y que venía a sondear la opinión del respetable del Sevilla Fútbol Club con una pregunta cuyo enunciado rezaba: “Lopetegui: ¿fin de ciclo o confías en él?”.
Cerrado el escrutinio, el resultado ofrecía un claro posicionamiento a favor de la respuesta “Sí” frente a la derrotada “No”.
Y mi espíritu dummiesco no podía por menos que preguntarse a sí mismo si se trataba de un “sí” al fin de ciclo o, por el contrario, a confiar en él… Pues ni idea, oiga.
Dicho lo cual, y volviendo al principio, si ustedes visitan una librería, no dejen de fijarse en la mesa de novedades por si ya se hubiera editado en castellano el libro “Fútbol para dummies”. De ser así, hagan el favor de reservar un ejemplar para mí, que me paso a recogerlo con absoluta celeridad. Porque, como decía el poeta Rafael Alberti, “yo era un tonto, y lo que he visto me ha hecho dos tontos”.