Hay algo que me molesta aún más que el hecho de que el Sevilla FC pierda y es que ni siquiera lo haga por que no juegue. Son los parones ligueros, los dichos parones para que jueguen las selecciones. El fútbol de selecciones, el fútbol de Estado, me repele. Y no es que yo sea de la antiEspaña, que lo soy; confundir algo tan serio como la política con algo aún más serio como es el fútbol me resulta aberrante.
El fútbol puede ser visto como espectáculo y como religión. Para los millones de chinos que ven nuestras ligas, es un espectáculo más. Pero para los millones de aficionados y aficionadas de los club, que son los que sostienen este espectáculo, es una religión. Una forma de religar con lo sagrado, que sabemos desde Durkheim que es lo social, la comunidad. Y es precisamente porque la asistencia y seguimiento de los partidos es un oficio religioso por lo que los mercaderes abusan de nosotros colocando los encuentros a las horas más estrafalarias. Como se ha dicho muchas veces, se puede cambiar de todo pero no de afiliación a un club de fútbol.
Yo he conocidos a muchos fervorosos creyentes que ahora son ateos radicales y al contrario, aunque menos; pero no tengo noticias de ningún palangana del Sevilla FC que ahora sea devoto de Palmerín y sus extrañas criaturitas. La apostasía futbolera está castigada con la ‘muerte civil’ entre los aficionados. Nadie, ni los uno ni los notros, lo entenderían. ¿Cómo vas a confiar en alguien que comete tan inaudita deslealtad?
Los parones de selección nos dejan sin el nerviosismo paralizante de la previas (yo en el fútbol no puedo comer nada, ni en los descansos) y sin el inquietante insomnio de las derrotas o el sueño plácido de las victorias. Nos dejan vacíos… Lo bueno es que el lunes después sabes que, de nuevo, vuelve el futbol sagrado. ¿A que a todos nos molestan los parones como nos incordian esos que dicen ‘que gane el mejor’? Pobrecitos espectadores que nunca han gozado del desgarro de la pérdida y de la comunión del encuentro.
Miguel Ángel Asturias decía que el aficionado al fútbol era una figura insólita de altruismo en un mundo lleno de egoísmo. Seguramente, lo decía porque no era aficionado y no sabía lo que el fútbol nos da y los parones nos quitan.
2 comentarios
excelente artículo