En términos de un Ortega futbolero, diríamos: cada club es él y sus circunstancias. Creo que la crisis que atravesamos es debida a que los actuales dirigentes del Sevilla Fútbol Club han olvidado las circunstancias.
Empezaron ignorando la oposición entre el estilo de juego de Lopetegui y el fútbol que gusta al sevillismo; de ahí la desafección pese a los éxitos deportivos. Continuaron no viendo cómo, en el futbol actual, prima la base física; de aquí una plantilla diseñada como para fútbol sala. Menospreciaron el peligro de abrirle la puerta del club al conde Drácula (los americanos) y, ahora, los tenemos pidiendo sangre en el antepalco del Sánchez-Pizjuán. Finalmente, han terminado rompiendo con el modelo de negocio que ha hecho grande al Sevilla Fútbol Club, de ahí las catastróficas cuentas presentadas en la vergonzosa Junta celebrada el pasado 29 de diciembre. Urge reprogramar al club antes de entrar en barrena deportiva y en bucle societario.
En el metaverso en el que se ha instalado la actual diligencia del Sevilla Fútbol Club, podíamos competir por LaLiga con opciones contra Madrid y Barcelona. Ese espejismo ha sido un error, un disparate de nefastas consecuencias. La realidad es que, después de meses fuera de la hoja de ruta, estamos en puestos de descenso y con una crisis institucional importante. Aquí está Rhodas y aquí es donde hay que saltar ahora. Se trata de volver a la senda actualizada que se abandonó en el 2019, no es tan difícil, no es imposible.
Chesterton decía, con razón, que loco es aquel que lo ha perdido todo menos la razón. O sea, aquel que ha perdido la circunstancias, el contexto, el dialogo con la realidad externa y al que solo le queda el monólogo de su propia racionalidad. Reprogramar es recuperar la cordura, reconocer dónde estamos y de dónde venimos. Humildad y coraje. Humildad para reconocer que no somos mi magnates de la City, ni sátrapas del desierto. Y coraje para seguir afirmando que no queremos ser ni lo uno, ni lo otro.
En la película ‘El baile de los vampiros’ de Polanski, uno de los protagonistas trata de ahuyentar a un vampiro con la protección de una enorme cruz, ante la cual el vampiro ni se inmuta alegando que era un vampiro judío. Cuidado, no vayamos luego, cuando vengan los vampiros al Sevilla Fútbol Club, a intentar protegernos con el escudo del sevillismo ante un vampiro judío que nada entiende de Serva la Bari.
Totalmente de acuerdo, cuidado con los vampiros y su jefe del nid