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El gran relato del fútbol

Dicen los norteamericanos que el ‘soccer’ les parece un juego aburrido, que carece del espectáculo y vistosidad que tienen sus amados deportes como el baloncesto, el football o el béisbol. Por lo que se ve, solo quieren de él la pasta que genera, pero entenderlo, lo entienden poco. Si alguno de ellos hubiera visto el encuentro entre el Sevilla Fútbol Club y el Villarreal, con seguridad se afirmaría en lo dicho y en no entender cómo una afición, que veía a su equipo listo de papeles en lo físico, llevaba en volandas a sus futbolistas hasta el pitido final.

Si la belleza del fútbol se limitara a esas grandes jugadas que los vídeos de las redes sociales nos muestran, con seguridad que sería un deporte mucho menos popular de lo que es. Por supuesto, cualquiera de nosotros disfruta de esos goles maravillosos, de esos regates, combinaciones y malabarismos, siempre y cuando no se los hayan hecho a nuestro equipo, claro. Y si son los nuestros los que los protagonizan, si portan en el pecho el escudo del Sevilla Fútbol Club que amamos, el delirio es ya de por sí inenarrable.

Pero el fútbol es mucho más que eso. Si únicamente valorásemos la genialidad, qué podría explicar que un deporte de estas características convocase cada semana a cientos de millones de personas en los estadios de cinco continentes o ante las cámaras televisivas. Sería imposible, sería un aburrimiento absoluto y tampoco habría tantas ligas, tantos clubes de fútbol, tantas divisiones. No, la belleza del fútbol va de otra cosa. De otra cosa que presenciamos el sábado pasado a una hora incómoda e intempestiva pero que, cosas del amor, aceptamos sin rechistar, o rechistando poco. El relato es otro.

Con motivo del fallecimiento de la escritora Almudena Grandes, han surgido muchos artículos sobre su figura y vídeos en los que exponía, entre otras cosas, su concepto sobre la literatura. En uno de ellos afirmaba que las grandes novelas, independientemente del tiempo en el que se escribieron o la temática que tratasen, son las que les hablan a los lectores sobre ellos mismos, las que nos hacen sentirnos reflejados en las páginas escritas, las que nos apelan a formar parte de la historia. Una novela no va de un hombre que se propone dar la vuelta al mundo en ochenta días, viajar al centro de la Tierra o surcar los mares del Sur bajo el mando de un capitán de quince años, por citar obras de Julio Verne que marcaron tanto a la escritora y a tantos de su generación durante la adolescencia.

Y quizás el éxito del fútbol es que es el deporte que más se acerca a la novela, al concepto de novela que mostraba Almudena Grandes. El fútbol somos también nosotros, los aficionados. Y su relato también es el de una buena novela. Si vibramos con nuestros futbolistas el sábado no fue por jugadas extraordinarias, porque pocas hubo. Si algo nos emocionó fue el tesón, el esfuerzo solidario de los futbolistas, el estar muertos físicamente por un calendario intensísimo, unas aspiraciones ambiciosas e interminables partidos como el que se jugó frente al Córdoba, contando con menos jugadores de los que se esperaría, unos porque están lesionados y otros porque parece que se han borrado de la pelea.

El Sevilla Fútbol Club nos mostró un juego solidario, tapando todos los resquicios por los que intentaba penetrar el submarino amarillo, lanzándose como posesos a poner el cuerpo delante de cualquier espacio que no terminara de cerrarse, todo un ejemplo de priorizar el bien del equipo por encima de la seguridad personal.

El Sevilla Fútbol Club jugó como debería hacerlo la sociedad en tiempos de crisis como estos de pandemia, en los que los buitres que acostumbran a sobrevolar las desgracias, tan hábiles ellos para mostrarle ante sus víctimas como guardianes protectores, babean su sueño de volver a tiempos pasados. El Sevilla Fútbol Club mostró, y no es el único, porque muchos equipos hacen lo mismo en multitud de países y ligas, en diferentes divisiones, por eso el fútbol es el gran relato, que nada somos los seres humanos si hacemos la guerra por nuestra cuenta, que es en el grupo donde reside nuestra fuerza y que juntos se llega siempre mucho más lejos.

Y la afición, a la que le falta entender esto en clave social, a pesar de ser cuatro de diciembre, sí lo entendió en lo futbolístico e hizo causa común con los once jugadores que resistían como héroes hasta el pitido final. Y, claro, este relato en el que el individualismo queda sumergido en lo colectivo es difícil, muy difícil de entender en el país del individualismo, en el que jamás se habla del excelente partido que hicieron Los Angeles Lakers, pero sí los puntos que marcó, los rebotes que capturó o los tapones que puso tal o cual estrella, como si los demás que la acompañaban no sirvieran para nada.

Quizás vayamos a Salzburgo con muchas bajas, no es este el mejor momento para un partido de estas características, en las que un equipo modesto como el Sevilla Fútbol Club se juega su economía, lo que significaría en caso de derrota tener que despojarse de sus mejores futbolistas para cuadrar los números y esperar a que la varita mágica de Monchi vuelva a acertar. Pero con lo que podemos estar tranquilos es con la disposición y el espíritu guerrero y colectivo de quienes portarán nuestro escudo. Échale huevos, les cantamos al final el sábado. Puede que ni hiciera falta.

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