Opinión

Desquiciados

Desquiciados

En la temporada 11/12, ocupando Marcelino García Toral el banquillo del Sevilla Fútbol Club, su situación en la jornada 22 era dramática: seis victorias, ocho empates y ocho derrotas mantenían al equipo en el puesto 14 de la clasificación con apenas 26 puntos. La gota que colmó el vaso y provocó su destitución fue un partido ante el Villarreal en el Ramón Sánchez-Pizjuán en el que el entrenador, a través de las sustituciones, evidenció un nivel de desquiciamiento tal que puso de manifiesto su incapacidad para revertir tan nefasto devenir en una temporada que había nacido torcida al ser eliminados de la UEFA en la ronda previa.

Aún no ha llegado a ese extremo Julen Lopetegui, aunque no lo descartemos; como tampoco se sospecha que pueda hacerlo Monchi, cuya inteligencia le lleva a actuar con la templanza, la mesura y la calma que han abandonado otros sectores que forman parte de la entidad de nuestros amores y del ambiente que la rodea. El encuentro ante el Valladolid mostró que el desquiciamiento está empezando a hacer mella en el vestuario del Sevilla Fútbol Club, pues no se explica de otra forma el comportamiento de Ocampos y Acuña en la trifulca provocada por el extremo argentino con la desmedida entrada que realizó frente al banquillo visitante en una jugada intrascendente. Tanto esa acción como la posterior reacción del lateral corriendo a defender a su amigo y compatriota sólo se corresponden con un enorme nivel de tensión y frustración.

Cabría ahora preguntarse si son causa o consecuencia de la deficiente trayectoria del equipo en los últimos meses, o incluso si son producto del permanente cuestionamiento que realiza una parte del sevillismo que podemos catalogar como ‘megacrítico’, ese que bajo el paraguas de la exigencia incluye intransigencia, derrotismo e incontinencia.

Hasta tal punto está llegando el nivel de desquiciamiento que personas sensatas y otrora moderadas se están revelando como exacerbados en sus manifestaciones tanto en redes sociales como en comentarios de medios de comunicación a los que se presupone un mínimo de seriedad. Quizá porque sus capacidades están quedando en evidencia ante la imposibilidad de conocer de antemano los movimientos de Monchi y verse siempre superados por un oráculo tuitero romano, brota de estos opinantes un humor que denota   iracundia contra la cúpula sevillista.

En su última elucubración confluye una retroalimentación de contadores, escribidores, oyentes y lectores que tiene como resultado una hipótesis de la que quien sale peor parado es el director deportivo del Sevilla Fútbol Club, o mejor dicho, la capacidad intelectual del susodicho. La ensoñación viene a concluir que la continuidad del entrenador no era deseada por ninguna de las partes, si bien no han tenido más remedio que aceptarla debido a sus circunstancias particulares: de un lado, la entidad porque sus arcas carecen de fondos para liquidar el contrato del míster; y este porque no ha recibido ninguna oferta atractiva como para cambiar de aires.

De entrada, esta especulación supone atribuir a Monchi una bisoñez y una inoperancia para el desempeño de sus funciones incompatible con su extraordinario prestigio en el planeta fútbol y con la inteligencia que tantas veces ha demostrado y de la que quien suscribe está convencidísimo. Y más. La enrevesada hipótesis choca frontalmente con los hechos recientes del periodo de fichajes pues a nadie se le ocurriría contratar a un futbolista, en este caso Isco, para complacer a un entrenador si no se apuesta decididamente por su continuidad. 

La teoría, por tanto, es insostenible por mucho que el sector megacrítico del sevillismo la defienda con vehemencia para denostar cualquier acción que se realice de la dirigencia del Sevilla Fútbol Club. En realidad, no es necesario imaginar especulaciones extrañas ni urdir rocambolescas historias. La evidencia del fútbol es diáfana y se muestra como tal, en ocasiones, con crueldad.

El Sevilla Fútbol Club está sumergido en una dinámica negativa que sólo terminará cuando alguno de sus elementos desaparezca. Indefectiblemente, ese elemento ha sido siempre, y siempre lo será, el entrenador, a quien el desquiciamiento aún no ha llegado. Si finalmente se ve sometido a él, tendrá que desaparecer. Si, por contra, consigue mantener la calma, entonces quizá pueda cambiar la actual tendencia y permanecer en su cargo. Aunque esto tampoco está garantizado.

El fútbol es mucho más simple de lo que algunos supuestos eruditos, desde sus púlpitos y tribunas, quieren hacernos creer.

Manuel Vicente

Calendar agosto 23, 2022

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