Está que no para en barras el sector delnidista del Sevilla Fútbol Club. Vamos a llamar a las cosas por su nombre de una vez por todas y dejémonos de eufemismos que pretenden esconder lo que es una evidencia a poco que se interactúe con miembros de ese segmento del sevillismo. De aquí a que tenga lugar la próxima Junta General de Accionistas no va a haber motivo que impida al delnidismo ejecutar cuantas 'performances' sean necesarias para desestabilizar a la entidad con el objetivo de llegar a dicha cita de diciembre con la presidencia de Pepe Castro en el mayor nivel de cuestionamiento posible.
Esta facción sevillista se encuentra inmersa en plena estrategia de desestabilización del club, anteponiendo los intereses personales del expresidente a los de la propia entidad desde la consideración de que, cuanto peor sea la situación en la que se encuentre el Sevilla Fútbol Club, mayores serán sus perspectivas de retirar del cargo a quien fue su sucesor. Esta idea se encuentra grabada a fuego en el intelecto, que no es ni mucho menos escaso, del ahora aspirante a la presidencia, el cual es incapaz de soportar que quien le relevó no se someta a sus dictados y ose actuar por su cuenta sin tener en consideración sus deseos u órdenes. Todo aquel que se atreva a llevarle la contraria es considerado de inmediato como enemigo contra el que arremeter en todos los escenarios posibles, con independencia de relaciones afectivas de tanta envergadura como las familiares.
De hecho, en condiciones normales, cualquier padre sentiría un tremendo orgullo ante la perspectiva de que su hijo ocupara en el futuro inmediato el mismo cargo que él ostentó en el pasado reciente. Esto no ocurre, sin embargo, en el caso que nos ocupa, pues el líder del sector desestabilizador es incapaz de atender a criterios emocionales más allá de su propia vanidad de considerar que el Sevilla Fútbol Club es de su exclusiva propiedad y que sólo él está capacitado para conducir a la entidad hacia metas gloriosas.
En esa estrategia de desestabilización, ningún elemento de la entidad está al margen. El último objetivo de su ira ha sido el sector más animoso del sevillismo, los Biris, cuya actitud en el partido contra el FC Barcelona no ha sido de su gusto porque, en lugar de arremeter contra el presidente, sus miembros prefirieron animar a los jugadores del Sevilla Fútbol Club y mostrar un alto grado de unión con aquellos que se esfuerzan y derraman sudores defendiendo nuestro escudo sobre el terreno de juego. Nuevamente, ponen los desestabilizadores de manifiesto su estrategia de 'conmigo o contra mí', la cual forma parte de ese plan de radicalización que debe llegar con su mayor efecto a la reunión de los accionistas de diciembre.
Si para ese propósito hay que cargar contra los Biris, se carga; si hay que cuestionar la labor de Monchi, se cuestiona; si hay que poner en duda la estabilidad financiera de la entidad, se pone; cualquier elemento que sirva para favorecer un interés personal será utilizado con fruición. No extraña, por tanto, que todo lo que acontezca en el Sevilla Fútbol Club será sobredimensionado o manipulado para montar una algarabía. Si se especula con la venta de Delaney se pone el grito en el cielo como si el danés fuera el nuevo ídolo de la afición; si Óliver Torres queda fuera de la lista de la Champions se hace creer que es el sucesor de Éver Banega en la dirección del equipo; si Paradela sale de la entidad se habla de crisis en la cúpula aunque la realidad muestre después lo contrario.
En los manuales de cómo elaborar una estrategia de crispación para desestabilizar a una entidad, se incluyen todos y cada uno de los instrumentos que el delnidismo está desplegando desde hace meses: sobredimensionar hechos interesados, extender rumores e informaciones malintencionadas, levantar sospechas que dañen la imagen del enemigo, al cual se le culpará de todo lo que afecte a la entidad, manipular los hechos para que sean desfavorables para el Sevilla Fútbol Club, atacar todo aquello que pueda sustentar el liderazgo rival a la vez que se desacredita a todo su entorno...
Todo esto encuentra amparo hoy día, y se magnifica, en los malos resultados deportivos de nuestra primera plantilla, aunque esta condición no es indispensable para su activación. Durante la temporada pasada, cuando el método Lopetegui aún se plasmaba en victorias, se extendió el estúpido debate sobre la plasticidad del juego como forma de socavar la estabilidad del equipo y del Sevilla Fútbol Club. Nada, absolutamente nada ni nadie, está por encima del interés del personaje. Es su obsesión. Sí o sí.