Cuando el escudo empata partidos y casi los gana

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Si el Sevilla FC hubiera ganado a la Real de Sociedad, como cantaba Silvio, esta temporada anómala podría enderezarse después del parón del mundial. Y si no también, pero será más difícil. El empate en la casa de los palmerines cuando todos nos daban, especialmente  las criaturitas, por goleados, no muestra las fortalezas de este equipo si no de este club. El Betis es, hoy por hoy, mucho más equipo que el Sevilla Fútbol Club, sin lugar a dudas. ¿Por qué no ganó entonces? ¿El árbitro? ¿Mala suerte ¿Un día tonto? Varias respuestas.   

Recuerdo que el primer expulsado fue Montiel. El Sevilla Fútbol Club estrelló dos valones en los postes y tuvo más ocasiones gol. Los dos tantos del partido tuvieron autoría sevillista (Navas marcó en propia puerta). Los nervionenses tuvieron hasta un 73% de posesión del balón. En este equipo maltrecho, faltaban los dos defensas más relevantes (Nianzou y Marcão) y los medios centros más imprescindibles (Fernando para la contención e Isco para la construcción) y, aun así, no perdió y estuvo a punto de ganar. Son ya demasiadas veces en que este guion se repite al final de la Palmera como para atribuirlo, exclusivamente, a un mal día.

Lo que asusta al Betis, hasta rozar el pánico, no son los Bono, Papu, Montiel (este asusta al servilismo) o Rafa Mir, sino el escudo del Sevilla Fútbol Club que llevan sobre el pecho. Y esto no es una frase retórica de camiseta o tifo. La creencias y las expectativas basadas en reiteradas experiencias compartidas son un motor muy poderoso para la acción o para el bloqueo de la acción y, cuando esto ocurre en un tipo de actividad que no es individual sino colectiva como es el futbol, el peso de este factor es enorme.

Da igual que los jugadores hayan vivido estas experiencias o no, la han vivido los aficionados, los empleados, los directivos y hasta los medios de comunicación lo repiten y recuerdan constantemente. El cerebro social es tan real como el cerebro individual. Es más, el cerebro individual sería imposible sin el cerebro social. Pues bien, en el cerebro social de las criaturitas hay un trauma que asocia nuestro escudo del Sevilla Fútbol Club con la derrota y la impotencia. Por oposición, a los nuestros les ocurre lo contrario. Cuando ven ese escudo de las cinco barras, se vienen arriba y renacen de sus cenizas.

Ya hemos hablado, en otro post, del poder del imaginario colectivo en la conformación de los gustos y preferencias de las aficiones (la ideología sevillista la hemos llamado un tanto pomposamente). Pero el imaginario influye en las preferencias y gustos conscientes mientras que la impronta negativa o trauma en las acciones cuasi inconscientes, que es donde se dirige la velocidad de interacciones colectivas del juego deportivo. Este cerebro social está tan poblado de fantasmas y miedos como el individual. Y el fantasma del cerebro social del Betis se llama Sevilla Fútbol Club; no hay más.

Tampoco hay menos, pues el asunto es apasionante. Los deportes colectivos son juegos de cooperación compleja donde la coordinación es casi instantánea y cuasi instintiva (los famosos automatismos de Emery). Para el desarrollo exitoso de estas coordinaciones, es necesario un sistema de señales compartido muy eficiente, es decir, eficaz y con bajos costes cognitivos. Cualquier nudo de bloqueo o interferencia en ese sistema de comunicación (lo que llamamos trauma o impronta negativa) dificulta y entorpece la coordinación y daña los efectos emergentes de la cooperación (las transiciones, la velocidad, el acierto en las anticipaciones o interferencia del contrario, los éxitos en la diana, también llamado goles, etc.).  ¿Cuándo se produce esta impronta negativa o trauma? En momentos de la evolución colectiva (filogenética), donde hay experiencias colectivas, donde se da una sobrecarga emocional muy fuerte y el cerebro está atravesando una etapa de gran plasticidad…. habitualmente en periodos de cambios o  formación de nuevas estructuras.

El futbol, este fascinante deporte que aúna la cooperación y la competencia, juegos de suma positiva y de suma negativa, es como una metáfora la vida misma. Es también un juego en el que la intencionalidad paradójica de la psicología inversa, en ocasiones, es muy útil: minusvalorar o, incluso, despreciar aquellos objetivos que más se desean. Así, vemos que Palmerín, cuando menos exigencia tiene de ganar, más victorias acumula y al contrario. Casi el 40% de las victorias del Betis en los derbis han sido en el campo del Sevilla Fútbol Club…. cuando menos exigencias tenían.

Estoy casi seguro que muchos entrenadores del Betis se han dado cuenta de esta circunstancia y tratan de reducir el exceso de motivación del ambiente, pero estos no son la única fuente de información de los jugadores. El peso del escudo es el peso de la eficacia simbólica, que dicen los antropólogos, que es capaz de empatar y casi ganar partidos que de antemano para todos estaban perdidos.

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