Otro fin de semana sin poder ver al Sevilla Fútbol Club, otro. Esta vez no por la DANA, sino por el dichoso parón de selecciones que, como es notorio, tanto me gusta. Un fin de semana sin partidos del Sevilla es una invitación peligrosa al tedio. Los adictos a las descargas dopaminérgicas que nos regala nuestro equipo, no nos hallamos y lo llevamos fatal. Porque a mí lo que me gusta no es el fútbol, sino el Sevilla; dejémoslo claro por si no lo estaba.
No estoy suscrito a ninguna cadena de TV que ofrezca fútbol. No creo que haya llegado a ver más de unos pocos minutos de fútbol al año que no sean del Sevilla Fútbol Club y en el Ramón Sánchez-Pizjuán. La prensa deportiva me aburre en general. Mi programa cultural favorito en la tele son las tertulias de La Bombonera a debate. Y viniendo al caso, ¿por qué LaLiga comenzó hace ya un mes y la Bombonera no vuelve todavía? A la orfandad existencial de los fines de semana sin partido hay que añadirles lunes sin Bombonera, demasiado.
Decía Immanuel Kant que la lectura de David Hume le despertó del sueño dogmático de la razón en el que había quedado postrado por las malas influencias de los escolásticos de Leibniz. Parece que esto también le ha ocurrido a Orta con respecto no a Leibniz, sino a Monchi. Disculpad por las analogías, abusivas ciertamente, pero cada uno es grande en lo suyo. ¿Y qué es lo suyo? Se dice mucho en Sevilla: “Mejorcita de lo mío”. Pues eso, “lo suyo” es como “lo mío”. Y Monchi es como el Leibniz de los secretarios técnicos deportivos.
Orta, esta semana, hizo dos cosas inopinadas en el mundo del fútbol: citó a Hume en una rueda de prensa y le regaló un avioncito a Castro en la misma comparecencia pública. El agudo columnista que es Zubizarreta lo notó y lo anotó en un artículo en El País. Orta ha desmontado, desde el empirismo de Hume, la especulación del León de San Fernando en la planificación de la temporada anterior. Siempre quedará la duda de hasta qué punto esta planificación no fue en realidad de un Monchi inducido por el fantasma de Lopetegui, el tiempo lo dirá. El resultado es que la plantilla actual del Sevilla Fútbol Club, y más con la incorporación de Ramos, es mejor que la de la temporada anterior en casi todas sus líneas, salvo en la portería, donde la sombra de Bono es alargada y la incógnita del guardameta noruego no es menor.
Juanlu, Pedrosa, Bade, Ramos, Soumare, Sow, Lukevakio, Mariano, Ocampos rebajan la edad, meten músculo, jerarquía y aligeran la presión salarial en el Sevilla Fútbol Club. La apuesta de Ramos mete miedo a todos, incluso a muchos nuestros, pero es una apuesta ganadora, salga como salga. Es cierto que es un momento muy «Dembélé”, como escribe brillantemente Manuel Jabois también en El País, pero esta planificación no es un monumento a la impotencia y a la especulación pataphysica como la de Monchi/Lopetegui la temporada pasada.
El parón ha sido aprovechado no solo por Orta para releer a Hume y Castro para jugar a los avioncitos, sino también los Biris se han movido y han organizado una ruta cultural de recuperación de la memoria histórica antifascista por el llamado “Moscú sevillano” (desde la Alameda hasta San Julián y la Macarena). Algunos, pienso que pocos, pero hacen mucho ruido, se han escandalizado de este gesto antifascista de los Biris. Yo, que asistí en la distancia al nacimiento de la peña en 1975, no. Es más, celebro que se reviva la heroica memoria histórica de la clase obrera sevillana, de la que muchos de nosotros y nosotras somos hijos. ¿Politizar el fútbol? No hay que confundir política con partidismo. Aristóteles definía al ser humano como un animal político y a los apolíticos como idiotas (habitantes del ídos). En una democracia, todos debemos ser antifascistas y antirracistas activos, como lo son los Biris. Cosas que pasan cuando lo más importante, que es el Sevilla Fútbol Club, no está en litigio.