Anormalidad inopinada

Kiko Llaneras, estadístico del diario El País, publicó un artículo esta semana en el que comentaba la extraordinaria secuencia del fútbol español en estos últimos veinte años: todas las finales ganadas. Pues bien, el Sevilla Fútbol Club, después del Madrid, era el principal responsable de esta anormalidad probabilística. Pero lo realmente anormal no es este dato, sino la ola psicótica de pesimismo que padece el sevillismo o los que, desde el sevillismo, dicen o publican en las redes sociales.

En este caso, visto los datos, habría que echar mano de aquella diferencia entre opinión pública y opinión publicada si queremos entender algo sin recurrir al manual de psicopatologías. Esto se ha visto en el primer partido de liga del Sevilla Fútbol Club en Las Palmas. El equipo, cuajado de segundas líneas, empató y pudo ganar, pero nada sacia a los compulsivos demandantes de pesimismo. El club canario, según estos cenizos, era tan pésimo que habría que haberle goleado.

Yo, por el contrario, vi una propuesta de juego más que interesante, al igual que una plantilla, todavía en proyecto, muy renovada e ilusionante. Ustedes dirán que mi optimismo es tan irracional como el pesimismo de los aguafiestas. Discrepo porque mi ilusión está sustentada en la trayectoria de los últimos veinte años y la locura de los cenizos contradicha por los números.

Me gustaron mucho Lukebakio, Carmona y Peque. Bien Agoumé y Nyland. Cierto es que no hay motivos para la euforia, pero aún menos para la estresante y obsesiva preocupación. Lo de Pimienta con la cantera del Sevilla Fútbol Club no creo que sea hacer de la necesidad virtud, sino lo contrario: cómo fabricar la virtud a partir de la necesidad. En fin, la cosa ya empezó y eso solo para un sevillista es motivo de esperanza. Volver al Sánchez-Pizjuán es para mí como retornar a la casa de la infancia. Si la lengua es la casa del ser, como decía Heidegger, Nervión es la casa del ser niño que fui y al que nunca traicioné. Las palmas y los tambores ya no dejan de sonar…