Insignificante, ineficaz, insustancial. Así define el diccionario de la Real Academia Española de la lengua al adjetivo anodino, probablemente el que mejor define el juego que está realizando el Sevilla Fútbol Club cuando llega la hora de conseguir el objetivo final de la temporada. Anodino.
Horas antes de ganar la Liga, el entrenador del Ladrón Madrí mostraba muy gráficamente el carácter que debe marcar a un deportista en los momentos decisivos: los grandes tenistas aprovechan la ocasión cuando tienen un matchball. Efectivamente, eso es lo que hacen los grandes profesionales cuando tienen que afrontar grandes retos. Y es evidente que el Sevilla Fútbol Club no lo está haciendo porque quien debe conferir al equipo la impronta necesaria no lo está haciendo.
Como buen conocedor de un deporte que lleva practicando desde hace cinco décadas, el análisis de Julen Lopetegui del partido del viernes del Sevilla Fútbol Club es irreprochable: “No hemos estado a la altura, ni con ni sin balón”, “Cuando marcamos nos cuesta mantener la concentración”, “El quipo no ha estado bien en la salida del balón”, “Cuando sale un partido así el responsable soy yo”.
Todo esto decía el entrenador del Sevilla Fútbol Club, a quien le faltaba cerrar el discurso admitiendo que por estas razones y alguna más va a dejar el cargo y que venga otro que sea capaz de evitar estos fallos que, durante toda la temporada, vienen condenando al equipo ya que nada de lo expuesto es nuevo. Anteriormente se escondía detrás de los inconvenientes en forma de lesiones, covid, Copa de África, árbitros; sin embargo, ahora ya no hay excusas.
Tampoco el cansancio físico sirve de justificación puesto que, lamentablemente, hace mes y medio que se acabó el ritmo de competición de dos partidos semanales. En el enfrentamiento contra el Ladrón Madrí, en el que el equipo se vino abajo en la segunda parte, los jugadores del Sevilla Fútbol Club habían disputado un partido en el mismo espacio de tiempo en el que los madridistas habían jugado tres y con una prórroga incluida; por lo tanto no es posible que pesarán más las piernas de los locales, lo que pesaba más era la cabeza de un conjunto que anímicamente es tan inestable como su entrenador. Ello no obsta para que en algunos jugadores sí se note más la merma de la condición física, como es el caso de los veteranos Navas o Rakitic, los cuales juegan de inicio por decreto del entrenador aunque su desempeño en el campo no lo justifique, sobre todo en el caso del croata.
No hay jugador en el mundo cuyo rendimiento sea uniforme durante toda la campaña, y mucho menos aquellos que tienen en sus piernas más trienios de esfuerzos y carreras, como es el caso de Rakitic, de quien no se está diciendo que haya que jubilarlo sino que dosificarlo, pues su merma física se convierte en una rémora para un equipo que puede recurrir a otros talentos como Óliver Torres. De hecho, el croata ha hecho excelentes partidos cuando no se le ha obligado a intervenir de inicio y tener que controlar sus reservas. Similar planteamiento se puede exponer en el caso de Jesús Navas, cuya acumulación de minutos en los últimos partidos eleva exponencialmente las posibilidades de una nueva lesión mientras que el más joven Montiel sigue esperando en el banquillo. Parece como si el entrenador no hubiera aprendido de la experiencia reciente que le ha obligado a tener que ir exprimiendo alternativamente a uno de los laterales jugando todos los partidos porque el otro estaba lesionado.
La presencia por decreto de los más veteranos en el once del Sevilla Fútbol Club sólo encontraría justificación en una hipotética merma de cualificación de los teóricos suplentes, lo cual no parece que sea el caso puesto que ni Oliver ni Montiel reducen el nivel como para relegarlos forzosa e ineludiblemente al banquillo. Como tampoco lo hace Munir, otro futbolista que, en este caso al contrario, está desplazado por decreto del entrenador. Ni mucho menos se puede decir del hispano-marroquí que su desempeño haya desentonado cuando se ha requerido su presencia en el campo, como ocurrió, sin ir más lejos, en la cita de ida de la Europa League ante el West Ham United, jugando un excelente partido.
Todas estas decisiones injustificadas en base al rendimiento deportivo derivan en una reducción en la competitividad interna del vestuario, que deviene en conformismo tanto de quienes tienen garantizada su presencia en el campo como de aquellos que calientan banquillo. Y de ahí a la apatía, que empieza a ser clamorosa en la irritante costumbre que están adquiriendo los jugadores de permanecer en el suelo protestando al árbitro si no pita la falta de la que creen haber sido objeto, en vez de levantarse y poner el alma en recuperar el balón.
Todo ello supone un compendio de hechos inapropiados cuando en realidad tenía que estar hirviendo la sangre roja ante la posibilidad de maquillar la temporada con un histórico subcampeonato liguero.