Eso me dijo Juanmi cuando le comenté el baño de fútbol que Osasuna le había dado al Sevilla Fútbol Club en la primera parte del partido del pasado domingo. Arrasate había visto los últimos partidos en casa del Sevilla y le robó la cartera a Sampaoli. Todos esperábamos un Osasuna defensivo y reservón, estaban a pocos días de la semifinal de Copa con el Athletic y nos encontramos a un equipo con las líneas adelantadas y presionando muy arriba. No jugaron los titulares, cierto, pero sí los más jóvenes. Esto desconcertó al técnico argentino que no reacciono hasta el descanso.
La pizarra inicial de Arrasate dio descanso a parte de los titulares, los reservó y dio minutos a los más jóvenes. Con ese doble y sorpresivo movimiento táctico, cubría la necesidad de reservar jugadores para la semifinal y de asfixiar al Sevilla Fútbol Club destrozando el estilo de juego de los últimos y exitosos partidos en el Sánchez-Pizjuán. El resultado fue que Osasuna pudo haberse ido a las duchas con tres o cuatros goles a su favor. No fue esta la única trampa de la noche en la que cayó Sampaoli, hubo más. El entrenador vasco nos mostró cómo los jugadores deben de servir al sistema y no al contario. No hay un once ideal, hay una idea de once. La idea, el concepto, debe gobernar el juego. Esto dice habitualmente Sampaoli, pero el domingo fue Arrasate quien lo materializó.
Anticipación, presión, tensión competitiva, velocidad, enorme disciplina táctica, asunción de riesgos necesarios y, ad hoc, fuerza. Con todo este saco de virtudes, el equipo navarro desnudó al Sevilla Fútbol Club. Y cuando estábamos mejor… los fallos defensivos de quién nunca falla, Bono, le volvieron a brindar a Arrasate la oportunidad de engañar al técnico sevillista y el vasco no la desperdició.
Movió banquillo al final del partido y el argentino cayó de nuevo en el señuelo: relevo de Navas y Fernando. Ni el del duende lo entendía y, a juzgar por la reacción inusitada del brasileño que provocó su expulsión desde el banquillo, tampoco él. Arrasate amagó con reforzar la defensa cuando, en realidad, lo que estaba reforzando era el ataque… como inmediatamente se pudo dolorosamente comprobar con el 2-3. De nuevo, no había un once ideal sino una idea de once, la que se imponía.
En el autobús de vuelta, el silencio de los aficionados del Sevilla Fútbol Club lo decía todo. Otra vez se habían escapado los fantasmas. Ojalá solo haya sido un mal día. No siempre vamos a jugar contra un tipo tan listo como Arrasate y no siempre un entrenador tan canchero como Sampaoli será tan ingenuo.