Cuando el Sevilla Fútbol Club pierde, parece como si en casa se hubiera muerto alguien. Esto decía mi abuela. Eran todavía los tiempos de un Sevilla grande. El sevillismo no se acostumbraba a la derrota. No les digo cómo estoy yo en estos días, más o menos lo mismo. Pero ser sevillista es saber que ni la muerte ni el infierno existen, a lo sumo, y a lo peor, el purgatorio, donde estamos.
¿Quién nos sacará de ese valle de lágrimas provisional? De momento, Orta nos ha traído al Sevilla Fútbol Club a varios juveniles brillantes: Muzambo, Lucien Agoumé, Hannibal Mejbri o Mateo Mejía. Todos muy jóvenes. ¿Será una temeridad tanta juventud en estos momentos? No sé, veremos. Desde luego, es nuestro perfil, no la pila de ilustres glorias que ahora tenemos. Esa estrategia es la que nos ha hecho grandes. Recemos al escudo. El que más me ilusiona es el argelino Hannibal Mejbri. He visto videos de él, pinta muy bien.
Está claro que el Sevilla Fútbol Club como institución se encuentra en un estado de agitación y fragmentación; lo hemos hablado aquí muchas veces; y eso no augura nada bueno para el sevillismo. Pero el equipo, la plantilla, no puede con su alma. Contra el Alavés, jugamos muchos minutos con tres hombres que superan los treinta y cinco años y una media de edad de las más altas de las grandes ligas europeas. Así no se puede literalmente. Desde hace dos años, a este equipo le falta músculo y gasolina; esto lo veo hasta yo que no tengo ni idea de fútbol o fisiología. Está muy bien eso de la vejez activa y saludable, pero "para eso hay casas", como decía Thoreau sobre las llamadas, entonces, casas de tolerancia (prostíbulos); no precisamente para un equipo de fútbol de la élite europea.
Se podrá objetar contra esta opinión que los goles del Alavés vinieron de balón parado, correcto. Pero es aquí donde hay que hablar de la fatiga silenciosa que obnubila la atención y enlentece la reacción. A balón parado, también el cansancio extremo juega muy malas pasadas. Cuando a nuestro cuerpo le faltan las fuerzas, le falta también a esa parte del cuerpo, que consume más del 25% de nuestro gasto metabólico: el cerebro. La atención y la velocidad de reacción son respuestas cognitivas que también están afectadas por la glucosa disponible. Y en un cuerpo, futbolísticamente, envejecido, escasea la glucosa (por eso a los viejos nos gusta tanto el dulce). El Sevilla Fútbol Club padece, más allá de los primeros minutos, de ese concepto que con el COVID se ha hecho tan famoso: "niebla mental" por agotamiento.
No solo necesitamos más músculo, sino también menos años. Parece que Orta se ha puesto a ello y Quique también. En Getafe, la cantera nos salvó; estamos en cuartos. Como ha dicho Fernando, ojalá volvamos a odiar la derrota. Miles de sevillistas en el peor momento no han tenido ninguna niebla mental y se plantaron en Getafe, que mira que es fea esa ciudad. El escudo sigue vivo y las correlaciones vuelven de nuevo a ilusionarnos, como el año pasado con los cuartos de Europa League. Siempre que el Sevilla Fútbol Club se ha encontrado con el Getafe o con Quique Flores en Copa, la hemos ganado finalmente. Ya sé, como continuamente me recuerdo, que correlación no es causalidad, pero son ya dos variables, caramba. Mi eterna fe bayesiana y sevillista se enciende. Pero por encima de la fe, lo que la ciencia nos dice es que sin G (glucosa) no hay G' (goles). Puede que solo sean cosas de un viejo diabético, como yo, pero favor no se confundan con el nombre clínico, que me matan.