Sí, es un mono. Y si lo es, se dice y no pasa nada. Abiertamente. Su comportamiento resultó obsceno, vergonzoso, indigno de alguien que se supone que siente pasión por el fútbol. Si se comporta así en otros estadios, no es problema nuestro, pero el Sánchez-Pizjuán es nuestra casa y la del Sevilla Fútbol Club, por tanto, un lugar sagrado. Aquí no se viene a provocar ni a montar execrables espectáculos gratuitos. Aquí se venera el fútbol por encima de todo. Aquí existe una norma que dice “Respeto”, y los abuelos llevan a sus nietos y nietas al estadio para que amen el deporte y aprendan valores, valga la redundancia. Es intolerable que tengamos que ver invadida y mancillada nuestra casa por las alocadas actitudes de un mono. Sí, de un mono.
Por todo ello, y antes de nada, quiero felicitar al Sevilla Fútbol Club por haberlo identificado con tanta celeridad y haberlo expulsado de nuestro estadio, retirándole de por vida un carné de socio que, por mucho que lo hubiera pagado de su bolsillo, no se merece.
Y sin salirnos del reino animal, esta semana nos hemos topado con otro espécimen de esos que pueblan la fauna patria y que, si estuvieran a punto de morir, sus dioses no lo quieran, verían pasar por delante de sus ojos su vida entera como en una película en blanco y negro, NODO incluido.
Este iluso aspirante a homo sapiens acostumbra a creerse dueño de la verdad absoluta, corroborada por esa legión de admiradoras que sueñan con cruzarse con su excelsa figura a la salida de misa de doce. Apóstol del carajillo mañanero, marqués de mercadillo, varón dandy de liquidación, es al periodismo lo que Hacendado al premio Nobel de la Ciencia o Alliexprés al Goya al mejor actor de reparto. En sus columnas de opinión mira al mundo desde las alturas y hace que sea el lector mínimamente informado el que sienta vértigo y vergüenza ajena a partes iguales. Y, sin embargo, como una excepción que confirma la regla, el susodicho se ha descolgado este pasado lunes con una aseveración que más de un aficionado del Sevilla Fútbol Club, a estas horas, seguro que ya se ha tatuado en el pecho.
“El equipo y el público más antimadridista de España NO es el Barcelona. Es el Sevilla”.
Lo único que le ha faltado añadir, para ajustarse a la más estricta realidad, es “Seguido muy de cerca por el resto de aficiones del país, sea cual sea la categoría en la que compita su equipo”. Pero bueno, el hecho de que nos señale como líderes de este movimiento social tan extendido y popular es algo de agradecer y de destacar. Ahora que el mural con el escudo de Gol Sur empieza a ser más rosa que rojo por el desgaste del tiempo y del sol pegándole de lleno, no estaría de más ir pensando en sustituirlo por otro con la gozosa frase del ínclito juntaletras para deleite fotográfico de propios y foráneos.
Pero, antes que antimadridistas, somos sevillistas. Y lo demostramos ayer desde primera hora de la tarde, llenando Nervión de ilusiones y tiñéndolo de rojo y de blanco. Poco después, las gradas del estadio del Sevilla Fútbol Club daban muestra a Europa entera del tamaño y la fortaleza de nuestros corazones. Pero a las nueve el balón se puso a rodar y…
Sí, fue una lástima. Hubo trabajo, hubo determinación, hubo pundonor… Pero enfrente no jugaban once monos, sino un conjunto de jugadores comprometidos, un equipo de enorme categoría y reforzado con esos líderes determinantes en los momentos clave.
Sobre el desarrollo técnico del partido, doctores tiene Sevilla. Yo, como dijo Gerald Durrell, autor de “Mi familia y otros animales”, soy más un estudioso de la malevolencia cósmica. Y, en ese sentido, me quedo con mi familia sevillista y busco zoo lejano para otros animales.
Insisto…d nada vale matarse corriendo si no se meten goles!!