Vale más un minuto de justicia que mil años de oración.
Hadices del profeta Mahoma.
Sol sin ausencias. Gol sur. Hora natural del Ángelus. Mis queridos vecinos de grada se acomodan. La fiesta, que es siempre venir a Nervión; se presiente, el drama también. El chico, que ya no está tan chico, llevo años viéndolo, sigue su ritual de ir cada treinta minutos a los servicios. Los tres hermanos de delante abren los bocadillos de tortilla de atún antes que el apetito. La familia de las hijas rubias reparten entre ellos las almohadillas rojiblancas. El decano es un mote que yo le he puesto, llega con el aire de estar pensando en otra cosa y con las gafas empañadas por nadie. La gerente, otro mote mío, se acerca a su asiento con paso decidido hace tiempo y melenita alegre y automática. Charlo con Nacho un poco sobre Aristóteles y su próximo examen. Detrás, escucho comentarios… las últimas revirás del Cachorro entre el Altozano y San Jacinto, algunas curiosidades oídas en la función principal de instituto en el Calvario, cosas de la liturgia sevillana.
Como en los preparativos del relato de Kafka, la boda se frustró cuando más esperábamos el feliz desenlace. A mí con los entrenadores del Sevilla Fútbol Club me pasa como a las novias o novios a los que ya se les ha pasado el arroz; me ilusiono con el primero que llega, pero luego viene el batacazo. Quique Sánchez Flores me ilusionaba, el sobrino de Lola, pero creo que hoy ha firmado su finiquito sevillista. Espero y deseo con todas mis fuerzas que salve al Sevilla Fútbol Club pero aun en el mejor de los casos, y la salvación es hoy el mejor; Quique Sánchez Flores no seguirá aquí. La alineación inicial, el empecinamiento en mantenerla en la segunda parte, el cambio de En-Nesyri, la obsesión con Oliver Torres… La gestión de Almería también fue un desastre con más fortuna pero desoladora más allá del resultado.
Aunque el Sevilla Fútbol Club hubiere ganado, visto lo visto, QSF no debe seguir siendo entrenador del Sevilla Fútbol Club el año próximo. Son demasiados errores groseros para un entrenador de élite. En el oriente andaluz y ante el Celta, el Sevilla volvió a jugar con delirios de grandeza bajo la carátula de un depredador y con la impotencia propia de lo que ahora es, una presa. Alguien en varios meses no ha sido capaz de convencer a sus jugadores de la nueva estrategia; o bien no es capaz o bien el mismo no está convencido, en ambos supuestos no vale para el futuro. El club vive momentos de alta inestabilidad institucional, atrapado entre el disgusto que provocan los que están y el rechazo que suscitan los que pueden venir. Ya lo hemos hablado en muchos post, la inestabilidad institucional es el dato que más me preocupa como sevillista. Siempre que hubo catástrofe deportiva, y eso sería el descenso, ha habido vértigo y desorden institucional.
Esperemos que el incidente con En-Nesyri se quede en nada. Mi joven compañero de grada, Nacho (el aristotélico), ya lo dijo cuando el letrero luminoso marcaba el 15, la sustitución con casi treinta minutos por delante del jugador marroquí era un error de Quique Sánchez Flores que pagaríamos caro. Acertó Nacho. En-Nesyri es un jugador de una honestidad musulmana, como su fe profesa y una calidad innegable, como sus números confiesan. Porque la calidad no reside solo en el toquecito, el control o el regate sino en el desmarque, el salto, el acierto goleador o los huecos que tapa y la incomodidad que genera en los contrarios. El nivel goleador del marroquí es de Champions y los esfuerzos de regional preferente en campos de albero. Nunca ha hecho ruido a pesar de la guasa sevillana que le ha acompañado desde que llegó. Entre En-Nesyri y Quique Sánchez Flores, lo tengo claro.