Derrotismo

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Definido en el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua como “actitud de desaliento o pesimismo en cualquier empeño”, el derrotismo se ha apoderado de una parte de la afición del Sevilla Fútbol Club como extensión de la situación de ‘guerracivilismo’ en la que se han establecido los dueños de la entidad. Son aquellos que no han sabido entender que las cuitas de los accionistas se basan en intereses diferentes a los que se dilucidan en el terreno de juego. Para comprenderlo solo habría que plantearse una cuestión: ¿es mejor presidente ahora José María del Nido Carrasco por el hecho de haber ganado el derbi? Pues obviamente que no; sigue siendo igual de incapaz que el domingo pasado a las 18:30 horas para presidir una institución como el Sevilla FC.

En lo que sí debe influir el resultado del derbi -en el que, por cierto, ocurrió lo que suele ser habitual, es decir, que ganó el equipo grande de la ciudad- es en aminorar el impacto del sector derrotista que ha pretendido arrasar con todo con el razonamiento, no sin cierta base, de que los gestores de la entidad son los mismos que protagonizaron la nefasta temporada 2023/24.

Amparados en la nefasta gestión de Del Nido Carrasco, se ha pretendido arrasar con toda la entidad y menospreciar el trabajo de muchos profesionales, a los que se ha denostado por el mero hecho de formar parte del grupo de trabajo de ‘los okupas’, obviando lo verdaderamente importante, que son su capacidad y sus habilidades para el ejercicio de sus funciones. De manera que, como fichas del dominó, se ha pretendido desacreditar desde a Víctor Orta hasta el último de los utilleros, sin dejar al margen ni siquiera a los jugadores, con comentarios en numerosas ocasiones despectivos con argumentos como que vienen cedidos o que son deshechos de otros clubes.

Animados además por el mal inicio liguero en cuanto a resultados, el sector derrotista se vino arriba y extendió su desánimo por buena parte de la afición que, al mismo tiempo que celebraba las victorias sobre el Getafe o el Valladolid, mantenía sus dudas sobre si el equipo sería capaz de acumular puntos cuando se enfrentara a equipos de más calidad. Ahora, una vez que se han sumado cuatro puntos en dos partidos de trascendencia, el derrotismo debería ir desapareciendo del ánimo del sevillismo, aunque sin lanzar las campanas al vuelo. Que el equipo está empezando a carburar y que el ideario del entrenador nuevo está cuajando entre los futbolistas, plasmándose en un juego por momentos atractivo, no debe derivar en elevar los objetivos marcados para esta temporada, que debe seguir siendo de transición hasta pensar en volver a los grandes retos.

Dejando al margen la euforia que anida tras la victoria en el derbi, se puede empezar a dar como hechos ciertos algunos aspectos de la situación actual del equipo. A estas alturas no debe dudarse de que algunos jugadores como Lukebakio o Badé han mejorado bastante su desempeño con respecto al año pasado, que las incorporaciones de Ejuke o Peque son un éxito, que la acumulación de minutos de juego por parte de un mismo equipo está configurando lo que debe ser un bloque sólido como requisito indispensable para competir en un campeonato tan exigente, que la presencia continua en el once inicial de canteranos como Isaac o Carmona es una decisión acertada tanto del entrenador como de la dirección deportiva.

En ese proceso de mejora no debe sorprender, por tanto, que algunos futbolistas encuentren recompensa en forma de internacionalidades. Los Agoumé, Nianzou, Peque o Carmona, aunque sea en las selecciones sub-21, van a recibir esta semana un chute de moral al comprobar que su buen desempeño con el club que les paga les reporta el premio de acceder a la élite de futbolistas de sus países. Únanse a ellos los habituales seleccionados y nos sale una decena de internacionales en esta plantilla, cuya calidad es puesta en duda por algunos. Los amantes del derrotismo deberían preguntarse en este punto si también están equivocados los respectivos seleccionadores que les convocan.

Evidentemente que no. La cuestión está en que todos esos futbolistas, que no dejan de ser unos adolescentes profesionalizados, necesitan tiempo para cuajar convenientemente en un equipo que quiere llegar a alcanzar cotas de gran nivel, para lo cual es precisa una cualidad que inherentemente es contraria al derrotismo, como es la paciencia. Comprensible es que esa paciencia la gastara todo el sevillismo en la temporada pasada y que para esta ya no quedara ni una gota, pero aun así se ha de reconocer que la mejoría de fútbol con respecto a las dos últimas temporadas es evidente —la de resultados es incontestable; solo hay que ver las clasificaciones—.

Quien no lo admita será porque no quiere, es decir, porque, en su legítima voluntad, ha decidido de antemano que no quiere reconocerlo; con lo cual ya no estaríamos ante un sector derrotista sino ante un sector crítico, que es igualmente legítimo, pero no es lo mismo. Ser crítico con el presidente parece justificado; ser crítico con el equipo, a día de hoy, no se entiende. Y derrotista, menos. 

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