Cuando usted, querido amigo, querida amiga, esté leyendo esta columna, es más que posible que a mí me estén vacunando. En el estadio de La Cartuja, más concretamente. No sé si con Astrazeneka, con Pfizer, con Moderna, con Janssen o con otra de marca blanca, en plan Hacendado, que se hayan inventado los chinos esta pasada noche.
En realidad, me da igual. Lo que no me gusta es tener que desplazarme hasta el mal llamado Estadio Olímpico, que es un edificio rodeado de jaramagos por todas partes y que ha acogido eventos tan deportivos como los bautizos de los Testigos de Jehová y un concierto de Alejandro Sanz. Multitudinarios ellos, todo hay que decirlo, pero donde la única gente con chándal que se veía estaba fuera aparcando coches.
Para combatir al bicho necesitamos espíritu ganador y pundonor. Necesitamos trabajar todos en la misma línea, sin fisuras ni disidencias, dando lo mejor de nosotros mismos. Necesitamos reglas claras, prácticas y efectivas. Necesitamos medidas de defensa de nuestra salud y de ataque contra nuevas variantes o cepas, como les llaman algunos. Necesitamos, en definitiva, todo lo que un estadio abandonado a su suerte no nos puede dar.
Por eso no me importa que no me hayan consultado por el tipo de vacuna que prefiero, pero sí que me da rabia que no haya podido elegir para vacunarme el Ramón Sánchez-Pizjuán, que, este sí, es un estadio ganador, iluminado desde hace ya muchos años por las mejores estrellas y donde se ha demostrado que su interior alberga todo lo que necesitamos y que he expuesto en el párrafo anterior.
Y por si eso no fuera aún motivo suficiente, este año también podemos decir que tenemos lo que nunca hasta ahora: 77 razones de peso que confirman que la victoria es un plato que se sirve frío pero en abundantes y generosas raciones. Y que ha venido para quedarse en el menú del día de la gastronomía sevillista. Todas y cada una de esas 77 razones tienen nombre propio. Desde el máximo goleador del equipo hasta el tuyo, querido amigo, querida amiga, que este año no te ha quedado más remedio que hacer del televisor tu localidad en primera fila y del whatsapp la forma de cantar los goles con el resto de la grada. 77 razones que podían haber sido 80 si no… O incluso 83, si aquel…
Son 77 dosis de una vacuna que nos ha permitido alcanzar la inmunidad colectiva (lo de la “inmunidad de rebaño” lo dejo para quien se sienta rebaño) y hacernos más fuertes si cabe ante tonterías propias de frustradas rubias de bote natural que entrenan a presuntos grandes equipos y que nos culpan de sus males, de sus desgracias y hasta, si nos despistamos, de la muerte de Antonio Alcántara. Una inmunidad que nos permite reírnos de los que en su momento hablaban en tono jocoso de paragüeros y que ahora los denominan con impostado orgullo “consecución de objetivos”. Ya les queda menos tiempo para experimentar en sus envidiosas carnes que nunca llueve a gusto de todos y que para que te den un paragüero tienes que tener un buen par de… paraguas.
Dicen que la salud es lo primero. Más ahora, claro, en estos inciertos tiempos de vacunas a doble partido. El Sevilla FC, afortunadamente, goza de muy buena salud. Y tan sólo le falta una vacuna por ponerse. No es Astrazeneka, ni Pfizer, ni Moderna, ni Janssen ni siquiera otra de marca blanca, en plan Hacendado, que se hayan inventado los chinos esta pasada noche. La vacuna que necesita se llama “afición”, esa vacuna que insufla nuevos bríos desde las gradas, que convierte un estadio en un fortín, que transforma en fuerza el cansancio de los jugadores, que ha demostrado su eficacia durante más de cien años y que hoy tiene 77 esplendorosas razones para sentirse orgullosa.
Por mi parte, que ahora cuando está usted leyendo esta columna, querido amigo, querida amiga, es más que posible que esté en la cola esperando para que me vacunen, y ya que no he podido opinar sobre el tipo de vacuna a administrarme y tampoco me han permitido elegir la sede donde hacerlo, al menos voy a pedir que me la pongan en vaso ancho y con un solo hielo, que es como me tomo los whiskies cuando tengo algo importante que celebrar. ¡Salud!