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Pringao

A la grandeza del Sevilla Fútbol Club le pasa como a la honradez de la mujer del César, que no sólo tiene que serlo sino también parecerlo. No pierde ocasión el presidente Pepe Castro de proclamar la candidatura de nuestro club al título de Liga cuando lo propicien las circunstancias, en forma de decaimiento de los trasatlánticos del campeonato, lo que puede considerarse un objetivo loable en tanto que demuestra ambición.

Con ese propósito se están adoptando numerosas decisiones que abarcan diversos departamentos de la entidad, no solo al deportivo; de ahí que se quiera expandir la ‘marca Sevilla FC’, que se cuide la calificación financiera en altos niveles, que se intente disponer de un estadio del siglo XXI, etc.

Sin embargo, parece que se ha dejado para el final -o simplemente no se ha reparado en ello- el establecimiento de una nueva política de comunicación que muestre al mundo entero, empezando por los estamentos nacionales del fútbol, la categoría de club grande con la que ha de ser visto el Sevilla Fútbol Club.

No se trata aquí de reprender la gestión del departamento de Comunicación que dirige el magnífico Jesús Gómez, cuya contribución a su modernización es innegable. Lo que se cuestiona son las directrices comunicativas que emanan del Consejo de Administración y, fundamentalmente, de la Presidencia. Se jacta también Pepe Castro de mostrarse como un hombre de consenso y de acuerdo, como contraposición al carácter personalista e incluso bravucón de su antecesor, y hoy enemigo, José María del Nido; lo cual es una característica necesaria en muchos órdenes de la vida pero no en su rol de emisor de mensajes.

Todas las personas desempeñamos diversos roles en nuestro comportamiento social y debemos adecuarnos a las diversas condiciones que requieren cada uno de ellos. Tan inconveniente como ser un exaltado en todos los roles es ser un moderado, pues en alguno de ellos la moderación es interpretada como mojigatería, llevando a que los interlocutores te consideren lo que coloquialmente conocemos como ‘un pringao’.

No hace mucho, en las previas a la celebración de la última Junta de Accionistas en la que se escenificó la guerra Castro-Del Nido, diversos periodistas mostraban en una cadena de televisión de ámbito nacional su preferencia por el expresidente carcelario con el argumento de que “daba juego”. Efectivamente, ésa es la cuestión. La fórmula para tener presencia en los medios de comunicación nacionales no es invitar a gambas a Pepe Domingo Castaño y a algún otro ‘plumilla’ con motivo de los Premios Blázquez; eso era en otros tiempos en los que la mayoría de los periodistas eran unos tiesos que se vendían por un plato de jamón. Ahora los periodistas quieren tener como interlocutor a alguien que ‘dé juego’, que les reporte mayores audiencias, que les ofrezca titulares impactantes, que les dé motivo para rellenar horas de tertulias atizándole críticas a diestro y siniestro.

Nada hay que le guste más a un periodista que tener motivos para zurrarle mamporros en la cabeza a un personaje público, así que bien le convendría al Sevilla Fútbol Club que su presidente se comprara un casco y entrara al juego que requiere su rol de máximo dirigente de una entidad importante que pretende ser grande de España entre los grandes del mundo.

No obstante, del mismo modo que no se puede obtener leche de una vaca flaca, tampoco el hombre de paz y de consenso será capaz de desenvolverse con la soltura que requiere la jungla del periodismo; de ahí que quizá sea más, no ya que Pepe Castro se pertreche del material bélico necesario, sino que designe a un ‘poli malo’ que sea capaz de enfrentarse a la jauría de escribidores y charlatanes que crean opinión en el mundo futbolístico nacional.

No se trata, ni mucho menos, de contar con un personaje faltusco que desfile a gritos por los platós; se trata de disponer de un portavoz que emita los mensajes precisos en el momento oportuno y que, por supuesto, sepa convivir con los innumerables ataques que va a recibir de los periodistas afines a esos trasatlánticos que no están dispuestos a ceder ni un ápice de las cuotas de influencias que tienen ya repartidas.

Porque el objetivo en sí no es tener mayor presencia o mejor consideración en los medios de comunicación, lo que se pretende es que el Sevilla Fútbol Club no sea un ‘pringao’ del que se cachondeen en los despachos de la Federación, ni en la contigua sala del VAR, desde la cual se están perpetrando atracos clamorosos contra nuestros intereses. El mismo día en que nos birlaron en nuestra propia casa dos puntos contra el Alavés, otro club, el RCD Español de Barcelona era perjudicada en el campo del ‘mesqueunclub’ con un dudoso penalt, propiciando de forma inmediata la queja ante las cámaras de su director deportivo.

El Sevilla Fútbol Club, sin embargo, apenas reaccionó con unas suaves quejas de su entrenador -quien no debe exponerse a ser sancionado- que incluso fueran tomadas a chufla en alguna cadena televisiva con la presencia de exjugadores sevillistas para más inri. Para optar al título no sólo hay que ganar puntos en el campo de juego; en los despachos también hay que sumar, para lo cual es fundamental no tener imagen de ‘pringao’.

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