La semana sin fútbol de clubes ha sido de lo más relajada. Los aficionados del Betis han aceptado, qué remedio, la superioridad del Sevilla Fútbol Club en el primer derbi liguero. En cambio, todos los escándalos, las voces altisonantes más bien, han venido de Madrid. Qué poco entienden en la ciudad fagocítica nuestra idiosincrasia, con qué grado de soberbia se permiten juzgar una relación tan ajena a ellos.
Jul y Gan se preguntaban en casa cuántos aficionados del otro equipo de la ciudad vieron como una ofensa el gesto de Monchi de salir a celebrar la victoria conseguida, cuando en el estadio solo quedaban aficionados del Sevilla Fútbol Club. Casi desde el minuto 75, para ser algo más precisos. No se engañen, esta gente, el Lama de lamer merengue y demás, no estaban criticando un tema aparentemente puntual como ese presunto gesto de falta de deportividad. Sería, lo es, absolutamente ridículo. Lo único que ha sucedido, lo que realmente ha pasado es que el presunto primo de Dalái, el jefe supremo de los budistas, estaba colocando la primera piedra de lo que está por venir.
¿Y qué es lo que está por venir? Pues no lo sabemos, pero lo que sí sabemos, es lo que temen que pueda venir. Por eso se están preparando. Y lo que temen es que el Sevilla Fútbol Club pueda llegar a convertirse en un rival para el título de liga, de ahí que esta idiotez no sea sino una primera toma de contacto con un proceso de desestabilización que pudiera ser necesario poner en práctica para que el torneo regrese a las vitrinas de quienes ya sabemos.
—Esto quiere decir que están empezando a preocuparse por nosotros? —preguntó Jul.
—Por ahí va la cosa—afirmó el siempre cerebral Gan—. Nosotros, inocentes, incrédulos con las posibilidades de nuestro equipo a estas alturas de la competición, con todo lo que falta, nos hemos tragado que esto era un tema de falta de educación, de no saber ganar, pero la intención era otra bien distinta.
—Y ahora, ¿qué tenemos que hacer? —pregunté yo, como el que no quiere la cosa.
—No nos queda otra que aislarnos de todo lo que venga de allí—intervino de nuevo Gan—. Tenemos que ser conscientes de que lo más probable que ocurra es que no seamos candidatos y, por tanto, dejen de molestarnos. Ahora pondrán los ojos en Xavi Hernández y en que pueda darle la vuelta a la trayectoria del Barcelona. Pero como sigamos así, como seamos capaces de darles un susto el 28 de noviembre, ya os digo yo si no vamos a tener que hacer oídos sordos a lo que venga.
—Capaces son de inclinar las rayas del VAR a su antojo—pronosticó Jul.
Por eso, la mejor opción será seguir a lo nuestro. Tenemos por delante una buena tarea antes de Navidad. Habrá que jugar con el Real Madrid, con el nuevo Barça de Xavi ya con rodaje suficiente, y hay que clasificarse como sea para la ronda siguiente de Champions si pretendemos retocar el equipo y mejorar el equilibrio de la plantilla. Si nos va bien, el ruido de sables se hará más sonoro; si nos va mal, la alegría del León de San Fernando en Heliópolis se olvidará y no se acordará ni ese periodista que ejerce su profesión como si fuera un hooligan.
Sea como fuere, la única verdad es que el final de la temporada queda muy lejos y que todavía no sabemos lo que nos deparará. Así que mientras tanto, con mucho respeto, continuemos celebrando lo conseguido hasta ahora por el Sevilla Fútbol Club. Y también, mostrar el orgullo por profesionales como Monchi, incluso por nuestros dirigentes, que no siempre están acertados y algunas veces meten la pata, porque a todos les hierve la sangre roja. Al mismo punto de ebullición que a aquellos aficionados valientes que poblaban aquella grada y que tenían todo el derecho a disfrutar de una victoria sanadora, de una victoria importante. Celebremos, mientras tanto, el camino, jamás dejemos pasar una oportunidad para celebrar. Y al que le fastidie, la ya conocida infusión acuosa de ajo, nunca falla.