Vaya carita de Diego Alonso se le está poniendo al entrenador del Sevilla Fútbol Club. Xavier García Pimienta tiene un verbo fácil, un discurso entendible alejado de las perífrasis de mucho de sus colegas; un buen talante ante los medios, a los cuales atiende habitualmente con la misma sonrisa con la que quiere camelarse a sus pupilos; un buen carácter que le impide pronunciar una palabra más alta que otra; pero tiene una carencia que en estos momentos en la entidad sevillista es muy grave: energía. Pimi es como un colega dispuesto siempre a agradar que no quiere incordiar a nadie por mucho que le agravien, lo cual es precisamente todo lo contrario a lo que necesita en este instante la nave nervionense tan carente de liderazgo.
Ya sea porque no termina de conocer a su plantilla, porque no quiere tener descontentos tan pronto o porque carece del perfil de jugadores necesarios para plasmar en el césped su estilo de juego, el caso es que Pimi está realizando en los cinco partidos disputados una cantidad de cambios y rotaciones de futbolistas que son impropias de un equipo en construcción. Ante un nuevo ciclo, los entrenadores intentan en primer lugar formar un bloque compacto y prácticamente fijo que asimile sus planteamientos, a partir del cual ir haciendo ligeras modificaciones en cada encuentro en función de las necesidades; lo que habitualmente se dice como conformar un once que se recite de carrerilla.
No es eso, sin embargo, lo que está haciendo el técnico del Sevilla Fútbol Club. Partiendo de la base de la primera jornada liguera, los equipos titulares de Pimi han tenido cinco o más cambios en casi todos los partidos. Repasemos. En la segunda jornada con respecto a la primera, realizó tres cambios: dos en la defensa y uno en la delantera. En el tercer partido cambió a un defensa, dos centrocampistas y dos delanteros.
En el encuentro del Sevilla Fútbol Club ante el Gerona, introdujo dos cambios en defensa, otros dos en el centro del campo y uno en la delantera. Mayor fue la transformación después del parón de selecciones ante el Getafe, cuando incorporó a seis nuevos jugadores: dos en la defensa, uno en la delantera y una tripleta en el centro del campo completamente nueva. No obstante, y a pesar de la victoria ante los getafenses, en la siguiente jornada de visita a Vitoria, volvió a cambiar a medio equipo cuando solo la lesión de Marcao obligaba a realizar alguna situación.
Impone la lógica que, cuando no se están obteniendo resultados, sea conveniente realizar cambios en las alineaciones titulares hasta dar con la tecla de las mejores prestaciones de los futbolistas, para lo cual es muy importante ir consolidando posiciones y, sobre todo, definir parejas de jugadores que sepan compenetrarse. Las dificultades que en este sentido está teniendo el entrenador del Sevilla Fútbol Club se ponen de manifiesto sólo con comprobar que en seis partidos ha dispuesto a otras tantas parejas de centrales sin que haya causas de fuerza mayor para ello, hasta el punto de que no se puede vislumbrar en este momento cuál sería su dupla preferida para una zona crucial en la consolidación de un bloque futbolístico.
En este siglo, los sevillistas han disfrutado de grandiosas parejas de futbolistas en diferentes áreas del terreno de juego: los Kanoute-Luis Fabiano como delanteros, los Alves-Navas en la banda derecha, los Diego Carlos-Koundé en la defensa, todos ellos permanecerán en la retina de la afición durante décadas; porque todas esas duplas supusieron los pilares necesarios de un Sevilla Fútbol Club triunfante que hoy se echa de menos. Sólo el ejercicio comparativo entre la última dupla mencionada y la que dispuso el técnico en Vitoria con Nianzou y Kike Salas explica el motivo de la irritación que impregna todos los poros del sevillismo en la actualidad.
Si pretende que no le pase como al segundo entrenador que tuvo el Sevilla Fútbol Club la temporada pasada, cuyo paso efímero apenas será recordado, García Pimienta deberá tomar decisiones inmediatas y contundentes. La primera, armar una guardia pretoriana de hombres fuertes y rocosos que impriman carácter al equipo; la segunda, relegar a todo aquel que se esconda en los momentos difíciles por los que pasa el colectivo; y la tercera, dotar de solidez al juego del equipo por encima del preciosismo futbolístico aunque ello suponga renunciar a alguno de sus principios.
Durante muchos partidos, el Sevilla Fútbol Club de Diego Alonso anduvo por el filo del acantilado a base de empates con los cuales no se sabía si el equipo terminaría por consolidarse o por caer. Finalmente ocurrió lo lógico. Esta temporada la coyuntura es similar: el equipo muestra virtudes que son opacadas por los errores y la falta de intensidad en el juego. La amenaza para García Pimienta está muy clara. Y ojo que la historia siempre se repite.