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J de Julen y de Jiménez

La última patochada que se ha instalado en el sevillismo es la de considerar que los empates del Sevilla Fútbol Club no suponen sumar un punto sino perder dos, considerando que nuestro equipo tiene de antemano todos los partidos ganados y que, en lugar de acumular méritos hasta el final de la temporada, lo que hace es perderlos. Probablemente, lo que algunos pretendan con eso sea añadir más obstáculos a la trayectoria de JLo, aunque lo más probable es que no sea más que una mera asimilación de las estupideces inventadas por los periodistas madrileños/madridistas, quienes pusieron de moda esa concepción cuando el duo Messi-Cristiano estaba obligado a ganarlo todo.

Un sector del sevillismo, sin embargo, se alegra de que, por fortuna, nuestras crisis ya no sean por encadenar derrotas sino por proliferar en los empates, como ocurrió el domingo contra el Español, dando riendas sueltas de nuevo al aluvión de críticas contra el entrenador del Sevilla Fútbol Club, basadas siempre en la misma cantinela de la vistosidad del juego y la falta de afán ofensivo. Pobre Lopetegui si, por mano del demonio, se le ocurre bajar de la segunda plaza. 

La situación de JLo recuerda mucho a la de Manolo Jiménez, gran jugador que fue admirado por su ímpetu y su denuedo en la defensa de nuestro escudo, pero cuya trayectoria como entrenador del Sevilla Fútbol Club acabó de la peor manera posible debido al inconformismo de una afición que vuelve a repetir el mismo error: entusiasmarse falsamente con objetivos ilusos desdeñando los éxitos conseguidos. Doce años hace de aquello, así que quizá convenga refrescar la memoria de lo acontecido porque tiene muchas similitudes con la actualidad.

Manolo Jiménez debió hacerse cargo de la primera plantilla en octubre de 2007 debido a la abrupta salida de Juande Ramos con destino a Londres al aceptar un lucrativo contrato del Tottenham después de firmar los más exitosos años de nuestro club, lo cual da muestras de la entidad de la empresa que asumía el arahalense. Hacer olvidar a Juande era complicado, y más aún teniendo a un sector de la afición en contra desde el minuto uno -primera similitud con JLo-, disconforme con el devenir del filial al que estaba entrenando desde el año 2000. Al igual que al vasco -segunda similitud-, se le achacaba su estilo de juego por considerarlo demasiado defensivo y poco vistoso, a pesar de que sus resultados fueran bastante buenos.

La convulsa temporada 2007/08, que fatídicamente se había iniciado con el fallecimiento de Antonio Puerta y había continuado con la ‘espantá’ de Juande, se cerró con una meritoria quinta plaza, empatados a 64 puntos con el Atlético de Madrid pero con un peor coeficiente de goles que nos dejaba fuera de la Liga de Campeones. En la siguiente campaña, Jiménez mejoró sus resultados: tercer puesto con acceso directo, por tanto, a Liga de Campeones, 70 puntos, equipo menos goleado y semifinal de la Copa del Rey, aunque con el lunar de una prematura eliminación de la entonces denominada Copa de la UEFA en la que no pasó de la fase de grupos.

Pese al éxito de la clasificación para la Liga de Campeones, las críticas empezaban a hacerse insoportables -tercera similitud con JLo- debido a lo que numéricamente quedó reflejado en una correlación goleadora de 54 tantos a favor por 39 en contra, que situaban al Sevilla Fútbol Club como el menos eficaz de los seis primeros clasificados en tarea anotadora.

La siguiente temporada 2009/10 sería ya absolutamente insoportable para el sevillismo, con un ambiente de división total -cuarta similitud con JLo- que había pasado del ‘Manolo Jiménez, qué cojones tienes’ a los pitos en el Sánchez-Pizjuán, a pesar de que el equipo superaba la fase de grupos de la Liga de Campeones y accedía a la final de la Copa del Rey, mientras que en la Liga el tránsito era igualmente favorable.

Jiménez fue destituido en marzo de 2010 después de cinco partidos en liga sin ganar y cuando el equipo abandonaba la zona noble de acceso a Champions por mor de una derrota ante el Español en Barcelona y un gol del Xerez en el último minuto en partido disputado en nuestro estadio. Ese empate fue la gota que colmó el vaso de la paciencia del Consejo de Administración, ya que la de la afición había quedado vaciada mucho tiempo atrás.

Aquellos que aún no son conscientes de que todo es susceptible de empeorar, bien harían en recordar que, tras la ‘era Jiménez’, y obviando la rocambolesca interinidad de Antonio Álvarez, vinieron las contrataciones de Gregorio Manzano, Marcelino García Toral y Míchel González en el plazo de algo más de dos años conformando un bienio maligno que se rompió con la llegada de Unai Emery al Sevilla Fútbol Club. Como acostumbran a decir en mi pueblo: tengan cuidado con los deseos, no vaya a ser que se cumplan.

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