Ejercicio de fé lastrado por los disparates. El Sevilla Fútbol Club perdió dos puntos en el descuento, pese a su esfuerzo sobresaliente, en un choque que disputó en inferioridad numérica desde el minuto 20. Los de Mendilibar, después de picar piedra prácticamente todo el encuentro, sufrieron un castigo severo de un Celta de Vigo que tiró de orgullo tras el tanto de Marcos Acuña. Pizarro Gómez, desgraciadamente, o Youssef En-Nesyri fueron las noticias destacadas del partido del Sevilla FC.
El Sevilla FC y un premio insuficiente
Resulta sorprendente el desenlace dramático que sufrió el Sevilla Fútbol Club. No por el resultado en sí, sino por el cómo. Pese al disparate que cometió un Pizarro Gómez que acaparó las noticias de la noche, el Sevilla FC dio la cara. Supo resistir, redujo la propuesta rival y materializó en campo contario. El ABC del fútbol lo cumplió la tropa de Mendilibar incluso con inferioridad numérica durante más de 70 minutos. Pero el arte de la redonda no entiende de merecimientos.
Gran parte de la responsabilidad del resultado final, además de la actuación incompetente de Pizarro Gómez, se encuentra en la dirección de campo. No porque Mendilibar se equivocara con los cambios, ni muchos menos. Con la entrada de Alex Telles y Rafa Mir, el Sevilla FC perdió esa presencia sin pelota que tantas grandes noticias le dio en el partido. Se pasó de jugar con un En-Nesyri definitorio en campo rival y sacrificado como el que más a la hora de bajar al barro, a un recambio que va a ritmo de trote cochinero y con apenas soluciones exitosas con pelota. Por supuesto, sobra decir que el Sevilla Fútbol Club acusó la dichosa y manida «mandíbula de cristal».
Más allá de estos apuntes poco más hay que reprocharle a un equipo hispalense que sufrió un varapalo morrocotudo, pese a disputar injustificadamente 70 minutos con diez efectivos sobre el verde.
El afán de protagonismo empañó el espectáculo
Resulta muy tópico decir que el fútbol es de los futbolistas. Un discurso muy manido en este mundillo y, en gran medida, certero. Desgraciadamente, en un deporte tan desnaturalizado como el que corre en los últimos tiempos, resulta un alegato más cuqui que verdadero.
Entre todas las noticias que dejó el Sevilla FC-Celta de Vigo, Valentín Pizarro Gómez fue el indiscutible protagonista del partido. Destrozando el espectáculo, eso sí. Bajo la premisa del aviso del cuarto árbitro, el trencilla principal consiguió acaparar las portadas de la cita con una segunda amarilla que demuestra, primero, la falta de personalidad del propio colegiado en su toma de decisiones y, por supuesto, la desnaturalización que padece un fútbol cada vez más enfermo. Resulta también un topicazo comentar que el fútbol es un deporte de contacto, pero al menos en el de ataño así lo era; el actual, no. Así lo cree un Pizarro Gómez que habla de «temeridad» respecto a las acciones de Pape Gueye.
La crisis del fútbol patrio es un hecho incontestable y una de las grandes patas que atiende al bajón de LaLiga está en el nivel de los colegiados. Como mínimo, inquieta. Un estado de alerta que no concluye para todos los competidores del campeonato hasta que finaliza la temporada. Así viene ocurriendo desde la irrupción de un video-arbitraje que en teoría convencía, pero que en la práctica deja mucho que desear. Este es el panorama que vive un fútbol español cada vez más desnaturalizado y con más protagonistas de los que corresponden.