Nuestro libro del desasosiego

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El Sevilla Fútbol Club ha vuelto a la competición. A pesar de que la eliminatoria copera se solventó sin problemas, es el próximo viernes 30 cuando de verdad regresa lo que importa, la competición liguera. Y lo hace con la sociedad envuelta en un mar de incógnitas, con malas noticias deportivas y un ambiente insufrible. Lo que iba a ser un mes de descanso mental, de recuperación anímica, de trabajo con el nuevo entrenador, que llegó en plena vorágine competitiva, se ha convertido en un tiempo más para el desasosiego. Quizás leer el libro de Fernando Pessoa no hubiera sido mala terapia para un club y un deporte en el que los hábitos lectores no son precisamente los más comunes.

A día de hoy, once son los futbolistas disponibles del primer equipo para Jorge Sampaoli. Durante la pasada semana tuvieron que pasar por el quirófano Tecatito Corona y Marcao. Aún no sabemos mucho de lo que sucede con Acuña y el Papu Gómez, y el Mundial, que ha reportado ciertos réditos económicos, ha dejado en fuera de juego a futbolistas que se iban a transferir como Delaney. La carta a los Reyes Magos del entrenador va a ser más extensa que la de un niño chico. Las lesiones se eternizan, se vuelve más complejas cada día que pasa. Unas molestias se convierten en rotura, una rotura en fractura, y una fractura en… Mejor parar.

El vacío, la duda, el silencio, la sensación de un tiempo que se derrumba, crece cada día al son de los improperios y violencias verbales de un expresidente cuyo talante gilista no augura tampoco nada bueno. Parece que aquel milagro que nos encumbró durante dos décadas no va camino de aquella consolidación a la que se refería Pepe Castro sino al hundimiento estrepitoso y caída en manos ajenas, para solaz de los mediocres y acomplejados que campan por el sector sur de la ciudad, en su absurda creencia y quimérica esperanza de que nuestra desgracia automáticamente hará que sus oxidadas vitrinas se llenen de títulos primaverales, en lugar de los trofeos veraniegos que los caracterizan.

Que nuestra esperanza de futuro sea Carlos Álvarez habla también de nuestra desmoralización. Y no porque no sea un futbolista con mucho futuro y proyección, sino porque no puede recaer tamaña responsabilidad en un chaval de 19 añitos que acaba de llegar de un equipo que se debate por los sótanos de la 2ª RFEF (esa es otra).

Llega enero y quizás la esperanza de cambios en la plantilla pueda transformarse de nuevo en desasosiego. Porque no sabemos si los cirujanos tendrán que hacer más horas extras con los nuestros y porque también desconocemos si, por causa de la economía, tengan que salir los mejores valores disponibles de la plantilla antes de que se realicen nuevas incorporaciones. Y vistas las realizadas desde verano acá, y comprobados los desequilibrios de la planificación, no podemos ser muy optimistas. La incertidumbre no hace sino crecer y avivarse cada día que pasa.

Y mientras todo esto sucede, no solo babean los mediocres del sur de la ciudad, también lo hacen esos a los que sirven y que se sitúan en el centro geográfico del país. Ya se sabe, esos que se creen el centro no solo del país, sino del universo, que han secuestrado en su único beneficio la palabra España y recelan, detestan y abominan cualquier contrapoder que provenga de la periferia. Ellos se creen los dueños de un chiringuito que pretende que sea mucho mayor que un vergonzoso programa de televisión al que acuden los paniaguados más abyectos del panorama nacional. Marchando una de Primperan, miarma.

Hace ocho días que Argentina se proclamó campeona mundial con tres de los nuestros en su plantilla y parece que sucedió hace meses. Lo que iba a ser un tiempo para recuperar la cordura solo ha servido para echar a Isco en medio de un espectáculo lamentable y una pérdida total de papeles, y para desconocer, una vez más, lo que está sucediendo. Menospreciando, dicho sea de paso, los sentimientos y la capacidad de acción de un sevillismo que ha dado buenas pruebas a lo largo de su historia de saber actuar cuando se necesita.

Afrontamos una semana importante. El jueves, junta general de accionistas; el viernes, encuentro de la máxima importancia en Balaidos frente al Celta de Iago Aspas y Oscar Rodríguez. No sabemos cuántos futbolistas de la primera plantilla estarán a disposición del entrenador; ni siquiera quién ostentará la presidencia del club. Lo único de lo que podemos tener certeza es de que seguiremos teniendo un presidente calvo y, esperemos, que un director deportivo también de frente despejada. Por lo demás, los sevillistas continuamos frotándonos los ojos, asistiendo atónitos a una temporada inesperada hasta para el más pesimista y destructivo de los nuestros, ese que todos tenemos muy cerquita en la grada y que grita y bravuconea tanto como el candidato aspirante. Si Pessoa volviera a nacer y lo hiciera en Sevilla, tendría sin duda una magnífica segunda parte de su Libro del desasosiego por escribir. Aunque en este caso no escribiría un libro de aforismos, sino de ciencia ficción. O, quizás, de terror.

 

3 COMENTARIOS

  1. como siempre inconmessurable tu articulo,feliz navidad y abrazos y recuerdos desde el otro lado del charco que es donde me encuentro ahora mismo.

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