Sujétame el mojito (3ª parte)

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Eduardo Cruz Acillona | El cristal con que se mira. Artículos de opinión sobre el Sevilla FC

Pues no se lo van a creer ustedes, pero el autor de esta columna de opinión continúa de vacaciones el tío, así que, una semana más, seré yo, su cuñado favorito, quien les lleve a ustedes la información de más rabiosa actualidad del panorama futbolero patrio. No hace falta que me lo agradezcan, lo hago como servicio público: como un taxi, pero con la calidad de un Cabify.

Y la actualidad pasa, indefectiblemente (suponiendo que ustedes saben lo que significa “indefectiblemente”, porque yo, ni pajolera idea), por el bello municipio de la costa granadina, tirando ya pa Almería por la N-340, Motril. Allí, la madre de Rubiales, famosa por la doble condición de ser peluquera y, también el destino cómo es, madre de un calvo.  

La señora ha tenido la feliz idea de encerrarse en la iglesia del pueblo y declararse en huelga de hambre hasta que se solucione lo de su hijo. La calvicie, no, lo otro. En mi sincera opinión, que se encierre en una iglesia y se declare en huelga de hambre es un poco redundancia, porque poca comida va a encontrar allí. Que yo tengo muy claro, porque fui monaguillo durante la ceremonia de boda de mis padres, que los curas encierran bajo llave el vino de consagrar y es materialmente imposible encontrar dicha llave, y no será porque no lo he intentado veces ni ná, incluso todavía a día de hoy.

Puesta a encerrarse en Motril, yo le hubiera aconsejado a lo señora en cuestión hacerlo en la fábrica del ron Pálido, a la entrada del pueblo, con suministro y stock de sobra para varios años. Lo sé muy bien porque una vez fui de visita guiada y me gustó tanto lo que vi que quise que me incluyeran en nómina como degustador profesional. Para demostrar mi valía en el puesto, me bebía todas las muestras gratis de ron que daban a los visitantes. Inmediatamente, me acompañaron hasta la salida entusiasmados por mi propuesta diciéndome que ya me llamarían, pero debió de haber algún problema con el papeleo porque quien me llamó fue la Guardia Civil para hablar sobre la fábrica: en concreto, sobre destrozos en el mobiliario, acerado y decoración del parking, ignorar un stop justo antes de la invasión de carril contrario a la salida… Yo qué sé, terminología automovilística específica que no entiendo porque no tengo carné de conducir ni falta que me hace porque conduzco estupendamente desde los catorce años.

Quienes he visto que también se han encerrado esta semana en una iglesia han sido los jugadores, cuerpo técnico y directiva del Sevilla Fútbol Club. Estaban todos. Y uno, el único vestido de blanco para la ocasión, que no reconocí y deduje que sería el sacerdote porque se le veía mayor para jugar, incluso, con Navas. Todos ellos, más amables que la madre de mi Rubiales del alma, lo primero que hicieron fue entregarle un ramo de flores a la virgen. Mucho más sensato que entrar sin llamar jurando dejar de comer croquetas, o lo que se coma en Motril, hasta que se arregle lo suyo. El Sevilla también necesita que, más pronto que tarde, se arregle lo suyo, aunque dudo que la virgen pueda hacer algo al respecto, y menos ocupada como está con el niño en brazos, algo que seguro que también está deseando la madre de mi Rubiales: tener a su hijo en brazos hasta que se les pase el sofocón a los impostados adalides del feminismo moderno y detractores del fútbol clásico: un deporte viril y de contacto físico.

El Sevilla Fútbol Club, tras la ofrenda floral, y lejos de anunciar su propia huelga de hambre, se fueron todos a comer a un restaurante del centro de la ciudad a ver si entre todos encontraban solución para acabar con la mala racha que están pasando, porque eso de lucir camisetas el pasado sábado con el hashtag #SeAcabó, parece que no les dio mucho resultado pues la mala racha ni se dio por enterada…

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