Viva Franco

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Llevo dos semanas extrañas dándole vivas a Franco. Al Mudo Vázquez, se entiende. Hace apenas quince días se le adivinaba caído, embalsamado en el banquillo del General Lopetegui, con su tiempo ido sin remedio por más que hubiera nostálgicos que recordaran épocas que creíamos que no volverían y que hoy están a punto de asaltar los cielos de caspa y moscas que algunos añoran.

Sin embargo, Franco, el Mudo, insisto, resucitó de entre los muertos, porque alguno hay en el banquillo o en la grada esperando que les llegue el día en el que vuelvan a ser, o sean alguna vez. Sí, Franco, el Mudo, habló, se dirigió a nosotros, a la grada, como él suele expresarse, y nos recordó que no hay ciencia tan perfecta como el arte mismo. Porque el arte llega a donde no alcanza la ciencia, y porque a donde es capaz de llegar el arte no hay solo ciencia sino también ética y estética, algo que con la ciencia, ya la vista está en el mundo, pocas veces, o demasiado tarde, se consigue. La ciencia es una disciplina que parece creada para vencer al enemigo, mientras que el arte tiene su finalidad en lo colectivo.

Si frente al Dudelange, ese equipo de futbito que podría llegar lejos en los torneos que pululan por nuestros polígonos industriales, marcó dos goles, uno convirtió frente al Atlético de Madrid y además nos regaló esos pases inverosímiles que destrozan la ciencia diseñada en los banquillos.

Jugadores como Franco, el Mudo, tienen el don de dinamitar sistemas, estructuras, gracias a la magia de sus pies. Se puede discutir sobre el cuatro, cuatro, tres; el tres, cinco, dos, o el tres, cuatro, dos, uno. Está bien. Pero la magia no cabe en un número, esa solo se aloja en la mente privilegiada de un futbolista que incrustará en la memoria colectiva regates como el que dio el sábado delante de su jefe, junto al banquillo cuyos asientos ha debido sufrir durante tanto tiempo a lo largo de esta temporada.

Dentro de unos años puede que no recordemos si el Sevilla de Lopetegui jugaba al cuatro, tres, tres. Quizás lo confundamos y afirmemos que suyo era el tres, cinco, dos de Machín o el cuatro, cuatro, dos de otro mudo, Caparrós. Pero lo que siempre tendremos en la cabeza, como yo tengo en la mía la cintura de junco de Enrique Montero o el golazo de Daniel Bertoni al Español de Urruticoechea, serán las jugadas de Franco, el Mudo, Vázquez.

Y mira que hubo ciencia, y de la buena, en el partido frente al Atlético de Madrid. El planteamiento de Lopetegui hizo mucho daño a los colchoneros en la primera parte, pero la manera en las que movió sus fichas Simeone durante el descanso también fue magistral, con un primer cuarto de hora del segundo tiempo que se nos atragantó hasta que de nuevo el entrenador vasco movió las fichas y anuló la reacción colchonera.

El del sábado fue un gran partido, un espectáculo de un nivel táctico extraordinario. Un partido que se pudo perder como también ganar, que se debería enseñar en las escuelas de entrenadores como ejemplo de que también ellos ganan partidos.

Pero por encima de la ciencia me quedo con Franco, el resucitado. Un jugador genial, un futbolista que de haber tenido un punto más de físico, hubiera sido un fuera de serie, un pelotero de época.

Un equipo es un colectivo y el Sevilla fue un equipo frente al Atlético de Madrid. Ojalá ese talante que mostró lo repita muchas veces en lo que queda de liga y no se amilane como otros años frente a los grandes, o esta misma temporada en partidos que mejor no recordar. Que este sirva para cambiar la tónica pacata mostrada ante escuadras que aspiramos a emular y que con frecuencia nos desencadenan aligeramiento intestinal. Ojalá que este partido cambie el ciclo, pero también, ojalá, que podamos disfrutar muchas veces de la magia de Franco. El Mudo Vázquez.

2 COMENTARIOS

  1. RAZONES NO TE FALTAN EN PENSAR QUE ES BUENO TENER A FRANCO Y ALGUNOS OFICIALES MÁS ENTRE NOSOTROS PERO MIENTRAS NO TENGAMOS A UN PUNTILLERO DE LOS QUE APRIETAN EL GATILLO FINAL ….SIEMPRE NOS FALTARÁ ALGO…NO CREES?

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