Vaya semanita

Ni que estuviésemos en plena Feria de Abril y todos los sevillistas nos hubiéramos subido a la montaña rusa de la calle del Infierno. Estos días nos montamos en la calesita belga y aún no sabemos si todavía no nos hemos bajado, si el vagón nos llevará el miércoles al cielo o dará un giro brusco que acabe con nuestros morros en el suelo de la realidad, embadurnados en merengue capitalino, que será muy blanco pero no sabe a na de na.

El domingo no cabíamos en casa por la puerta de contentos que estábamos. Nos sentíamos tan felices que hasta nos llevamos a nuestro vecino a tomar unas tapitas después del partido. Fuimos a un bar, el Susaeta, donde ponen una merluza a la bilbaína muy buena, para que así se le fuera haciendo el cuerpo a lo que iba a venir por la noche. Por cierto, que casi se nos atraganta con una espina. Qué mala suerte tiene esta criatura, parece que lo hubiera mirado Nono, por poco se ahoga. Menos mal que Jul le dio un buen golpe en el esternón, porque se le estaba poniendo la misma cara de Williams. Le pegó tan fuerte que por poco tenemos que ir otra vez al hospital. Con las ganas que tenía de volver al estadio, después de la baja prolongada que causó por el resbalón accidental con el aceite, tuvo que quedarse en casa guardando reposo. Sabemos que luego hizo el intento de ir, pero se ve que no pudo. El pobre, con las ganas que tenía de hacer causa común y pitarle a su equipo.

En fin, después en casa, ya con el vecino acostado en su cama sin saber ni el resultado de su equipo, conversamos con más calma acerca de lo que había sucedido en los últimos siete días, desde la derrota ante el Getafe hasta las dos victorias con once goles a favor, casi la mitad de Ben Yedder.

― A mí lo que más me ha llamado la atención ha sido la unión del equipo con la afición y el entrenador ― señaló Gan, que insistía en que no olvidara ponerlo en el artículo.

― Es verdad― afirmó Jul―. Después del ridículo ante el Getafe, no se escuchó ningún pito en el partido de Europa League, cuando hubiera sido lo normal en otros tiempos. Nada de eso, todos estábamos con el equipo.

― ¿Y qué me dices de las redes sociales? ― añadió Gan―. No te digo que no haya habido tuiteros que hayan puesto a parir a los futbolistas, o que pensaran que íbamos para abajo que escarbábamos, pero yo en los grupos de Facebook no he visto ese espíritu. ¿Mo habéis visto al Fali el de Eindhoven? Es que ni se ha inmutado, buenos días y olé mi equipo. Y los sevillistas hasta la muerte, igual. Siempre apoyando, siempre dando buenas noticias. Eso sí que es un gustazo. No como los otros, que les acaba de dar un zarpazo el león y ya están gritando. Y mira que han ganado trofeos este verano.

― Pues Juani el de la plaza me ha dicho que se apuesta conmigo lo que quiera a que nos hartamos de merengue el miércoles― intervine yo sin mucho éxito, porque de nuevo no me hicieron ni puto caso.

Y ahí estamos, esperando que la semanita se alargue tres días más, y que si se alarga a nuestro gusto, pedirle al de la montaña rusa que no nos baje todavía, que nos suba un poquito más. Pero que si no puede ser, no pasa nada. Que nuestro papel es estar con el equipo, con los jugadores que defienden nuestra camiseta, nuestro escudo, el de Puerta y el de Berruezo, el de Luis Fabiano y el de Kanouté, el de Pablo Blanco y Jesús Navas, el de Arza y Torróntegui. Y que ahí estaremos siempre, tenga la semana siete días o tenga diez. Ahí estaremos, con el sol del domingo o los nubarrones de la semana anterior. Puede que no metamos otros once goles en dos partidos, pero este equipo tiene una legión detrás que seguirá animando, que enjugará sus lágrimas en los malos momentos con un vámonos de frente y que gozará con las victorias como si nosotros mismos fuéramos los que empujamos el balón a la red.

Dicen que nunca se rinde, dicen que nosotros, los de arriba, tampoco. Y así seguiremos. Porque nosotros también jugamos.