No puede seguir el Sevilla Fútbol Club toda la vida inmerso en la guerra social en que se encuentra, de la que hoy mismo se va a vivir otro capítulo. Si se tratara solamente de una guerra judicial entre los accionistas, bien estaría; aunque tampoco eso es muy conveniente para el desarrollo de una sociedad anónima. Sin embargo, el clima de tensión permanente en el que se encuentra la entidad está alcanzando su cima y urge que los contendientes encuentren una solución desde la parte de responsabilidad que tienen todos y cada uno de ellos, puesto que todos los propietarios son responsables en función del número de acciones que poseen.
Los títulos de propiedad de una sociedad anónima conllevan unos derechos y unos deberes; no sirven sólo para cobrar dividendos cuando llega el momento del reparto de beneficios, sino que también obligan a su titular a ejercer una responsabilidad en el sentido de facilitar el buen funcionamiento de la entidad. Cuantas más acciones se posean, mayor será, por tanto, la responsabilidad en la buena marcha de la empresa, de ahí que se haga ya absolutamente imprescindible que los máximos accionistas cumplan ya con su primera obligación y cesen las disputas de forma inmediata, pues el Sevilla Fútbol Club no puede acostumbrarse a esta dinámica perniciosa de confrontación que está derivando en un deambular por la mediocridad en los terrenos de juego, que tampoco puede hacerse costumbre.
Enrocarse en la enemistad y en la confrontación no lleva más que a la sucesión de pugnas judiciales a la que llevamos años asistiendo, de la que es imposible que se abstraiga alguna faceta de la entidad, máxime cuando esa confrontación se traslada con la misma intensidad a la afición. En el momento actual en el que el Sevilla Fútbol Club se conforma jurídicamente como una Sociedad Anónima Deportiva, carece de sentido que las disputas accionariales se extrapolen a la masa social. Cuando en el siglo pasado los cargos eran elegidos por votación directa de los socios del club en una ‘asamblea popular’ convenía hacer campaña electoral para ganar adhesiones entre la masa social. Sin embargo, ese procedimiento carece hoy de justificación, pues lo que manda es el número de acciones y no la predilección de los aficionados. No tiene importancia ninguna que el público clame contra Pepe Castro o Del Nido Carrasco, mientras que sean dueños de las acciones necesarias para mantenerse en sus puestos, de la misma forma que carece de importancia que haya aficionados que clamen por el regreso de Del Nido Benavente si sus acciones están atrapadas por sus pactos societarios.
La opinión popular será la que sea, pero no tiene ninguna trascendencia; las decisiones se adoptan en otro foro, por lo tanto, no tiene ningún sentido trasladar la pugna accionarial al sentir de la afición. La época de los plebiscitos corresponde al siglo pasado, de ahí que mantener este clima de tensión permanente, además de ser pernicioso para la vertiente futbolística, es innecesario.
En el deporte hiperprofesionalizado del siglo XXI, el Sevilla Fútbol Club no puede estar al albur de las disputas entre unas familias, e incluso entre la misma familia. En algún momento, tendrá que aparecer la razón, o alguien que la tenga y la represente, para que ponga fin a este disparate que ya se está haciendo eterno. Del mismo modo que en un momento determinado se firmaron unos pactos que ahora se ponen en entredicho por una de las partes, ha llegado la hora de que todos los máximos accionistas vuelvan a entablar el proceso de negociación oportuno que lleve a una paz duradera para el buen desarrollo de la sociedad.
Imaginemos que la vista de hoy mismo otorgue la razón al socio mayoritario Del Nido Benavente y le conceda la posibilidad de ejercer su voto en la asamblea del 4-D. ¿Cuál sería el futuro inmediato? ¿Otra campaña de desestabilización por parte, en este caso, del hijo hacia el padre? ¿Trasladarían también los perdedores en la pugna accionarial dicha guerra hacia el ámbito social? Sería muy fácil, por otra parte. Bastaría con caldear el ambiente entre los Biris para que el sector más fervoroso del sevillismo se revolviera contra un expresidente del que no guardan buenos recuerdos precisamente.
¿Y si el juez no concede a Del Nido Benavente las medidas cautelares que ha solicitado y no puede impedir que su hijo sea presidente? ¿Mantendrá sus acometidas contra la presidencia que ostentará su propio hijo? ¿Hasta cuándo mantendrá la campaña de crítica contra su primogénito?
La encrucijada del Sevilla Fútbol Club, por tanto, es mucho más grave de lo que parece y sólo se resuelve con una decisión drástica: paz por encima de todo y a costa de lo que sea. Perdamos toda esperanza de que los resultados deportivos vuelvan a ser satisfactorios mientras se mantenga la actual tensión social. Los responsables son ellos; todos y cada uno de ellos. Si es que tanto quieren al Sevilla Fútbol Club como dicen, si es que sus golpes de pecho de sevillismo son ciertos; haya paz… por encima de todo y a costa de lo que sea.