Tú también eres jugador

Monedas al aire. El árbitro tiene el poder de dar comienzo, y todos esperan a su señal. Levanta el brazo que señala un nuevo partido y por fin, el estadio cobra vida. A partir de ahí, comienzan noventa minutos de oportunidades, de intensos acercamientos a porterías. Todo el esfuerzo concentrado hasta ese día, cobra aún más fuerza. El propósito de jugar gana aún más sentido en medio de la carrera, en la lucha hacia portería. La fuerza con la que corren, tiene relación con el convencimiento. La armonía de una alineación se convierte en éxito cuando saben que para ello fueron entrenados. Están convencidos de la necesidad de cumplir una serie de objetivos, del deseo por satisfacer ímpetus personales, o agradar a aquellos que le rodean. Elevar el nombre del equipo a la posición que se merece, defender a toda una afición y ser partícipes de esa camiseta.

Ahora, déjame decirte algo. Quizás no juegues al fútbol, pero eres jugador. Una vez escuché que los auténticos campos se sitúan más allá de las limitaciones de un estadio. Suena raro, pero en cierto modo es verdad. El propio trayecto de la vida, provoca un continuo cambio de campo. Y la lista de objetivos, es más que apasionante, va más allá de meter un anhelado gol a portería. Desde la niñez, nos sumergimos en un pack de metas por cumplir. Un paquete de exigencias para vivir en sociedad. La inclusión de algunas sucede porque son necesarias y es aquí, donde aparece la palabra educación. Pero otras, las deseamos. Estas son las especiales. Las que nos marcan como personas, las que conforman nuestra personalidad y es condicionante de gran parte de nuestras decisiones. Esa gran recurrida frase de “las personas cambian”, emerge como consecuencia de un cambio de campo. Se conocen nuevas perspectivas, o aparecen situaciones que tornan nuestra persona. Pero independientemente de aquello que cambiamos o mantenemos, siempre habrá algo que nos acompañe: el aprendizaje. Esta, es la clave para la adaptación a un nuevo escenario. Saber aprender, pero también saber mantener tus principios.

Somos jugadores de un campo común, llamado vida. Pero dentro de este, encontramos toda una infinidad de terrenos de juego. Eso sí, gracias a Dios contamos con más de noventa minutos de carrera. Es una constancia de aprendizaje y cuanto más cerca estamos de cumplir nuestros objetivos, ocurren cosas. Nuestro esfuerzo comienza a merecer la pena, el pulso cardíaco resuena como nunca, ilusión y esperanza homenajean su presencia y por fin. Por fin llegamos a meta, resurgen deseados respiros de alivio que miran hacia la grada. Hacia aquellas personas que son partícipes del esfuerzo, espectadores del recorrido. Dentro de la filosofía del artículo, hay algo que tengo muy claro: los cambios de campos no son meras casualidades, de la misma forma que no somos jugadores nacidos a raíz de unas cuantas monedas al aire. Todo tiene un propósito.

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