Sin confianza

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Caer en la Copa del Rey ante un equipo modesto de Segunda División es una vergüenza, está claro. Pero ni fue la primera ni será la última vez que le pasa al Sevilla FC, y por mucho que nos fastidie, nos ganaron bien, merecidamente, haciendo un partidazo de principio a fin, intensísimo y sin una mala patada. No, el Mirandés no es el Getafe en eso.

Caer en la Copa del Rey es una jodienda porque es el único título nacional al que un equipo que no sea el Madrid o el Barcelona puede aspirar si se dan una serie de carambolas que a veces ocurren. Así que se nos escapó el sueño y ahora nos toca a los aficionados sufrir los contramemes de los vecinos que cayeron en Vallecas en la eliminatoria anterior.

El problema principal de caer ante un segunda son sus efectos colaterales, aunque quizás por el hecho de que haya sido el Mirandés quien nos eliminase deberíamos hablar de efectos secundarios. Como quiera se llamen estas reacciones adversas tan funestas, lo cierto es que han tardado poco, muy poco, en manifestarse. Han bastado tres días tan solo, un partido.

Tal y como vimos mis amigos Jul y Gan y quien les transcribe, los dos puntos perdidos frente al Alavés, que a punto estuvieron de ser tres, se escaparon por la falta de confianza. En el Sánchez Pizjuán se presentó un Alavés ordenado e intenso, con las líneas muy juntas, defendiendo arriba para que el balón no se jugara cómodo. Así han llegado muchos equipos, y algunas veces hemos sabido responder.

El Sevilla FC de la primera parte tenía la posesión, pero movía una y otra vez el balón a un lado y a otro del campo buscando espacios que no encontraba.  Un toque, pase, toque, pase al otro lado. Pase atrás, otro toque, y vuelta a empezar…

Hacía falta encontrar líneas de pase, romper la horizontalidad en aras de la verticalidad, desbordar, pero no había manera. Una y otra vez se sobaba el balón, pero nadie se atrevía a arriesgar. Y cuando se entraba por las bandas se hacía sin fe y sin la velocidad necesaria que posibilitara desequilibrar a la defensa vasca. Al final, siempre había dos defensores en la banda que impedían la penetración, y el balón en los pies de un futbolista que no sabía qué hacer con él. El resultado fue una posesión setienesca y asumir el riesgo de que cualquier desaplicación nuestra podría provocar un contraataque peligroso, como así fue el que milagrosamente erró el Alavés gracias al paradón de Vaclik.

La segunda parte fue más o menos lo mismo. Tras la esperanzadora entrada del Mudo y de Suso, sucedió lo que en cualquier momento podía suceder. Falta al área, portero a media salida, lateral retratado al defender y… gol. Y la sensación de que remontar iba a ser, por lo que se había visto hasta entonces, poco más que una quimera. Menos mal que aquella mano se cruzó con aquel centro y no se falló aquel penalti que lanzó un tal Ocampos.

Si hubo un jugador que personificó la falta de confianza del equipo fue Ever Banega, uno de los futbolistas de la plantilla más capacitados para romper líneas de pase, y que no solo no estuvo a la altura acostumbrada sino que hizo lo que en otro momento jamás hubiera hecho, dejar que otros futbolista, como el recién llegado Suso, tirasen las faltas, o el mismo penalti que lanzó su compatriota. Seguro que Chicharito, si ha podido ver el partido desde Los Ángeles, se habrá echado las manos a la cabeza, absolutamente incrédulo ante esa generosidad que nunca tuvo con él. Después de la malísima gestión que ha hecho el mediocampista argentino de su salida en junio, y aún más tras su desastrosa primera parte en Anduva, supongo que habrá pensado que no estaba la cosa para arriesgar más de la cuenta, y bien que lo ha padecido el equipo.

El empate ha sido el resultado de un equipo dañado en su autoestima por la eliminación copera. Si el jueves lo desbordó el entusiasmo y la agresividad de un equipo de segunda división que demostró que las distancias en fútbol se han acortado, y que si no hay garra cualquier gran equipo se hace pequeño, el domingo fueron, o así lo hemos visto, la falta de determinación y el miedo a asumir riesgos los que motivaron tan inoportuno empate, por lo que hubiera servido para distanciarnos del Atlético de Madrid y por evitar también el acercamiento del Valencia.

Ha habido años que hemos perdido la Champions fuera de casa y ahora estamos en riesgo de tirarla por la borda en casa. Algo muy triste cuando vemos que los de siempre se escapan en la tabla por deméritos nuestros. Para un año que hubiera habido oportunidad de pelear…

Hay tarea por delante. La más importante de todas, recuperar la confianza. Y que Banega decida, ahora que ha visto que la afición no le ha afeado su salida, por la puerta por la que quiere marcharse del club al que tanto le ha dado y del que, también, tanto ha recibido.

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