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¿Quo vadis, Sevilla?

El Sevilla volvió a perder en LaLiga, esta vez contra el Alavés, equipo que ocupaba la posición décimo octava en la tabla y que, gracias a su victoria frente a los nervionenses, salió de la zona que marca el descenso. El cuadro de Montella cayó, protagonizando una vez más una imagen impropia de un equipo profesional de élite de Primera División, especialmente, en la segunda parte, en la que fue incapaz de tirar un solo remate entre los tres palos. Esta nueva derrota ahonda la crisis que atraviesa el conjunto sevillista, que ve cómo el objetivo marcado al principio de la temporada se aleja cada vez más.

Alguien podría decir, sobre todo el que no sea sevillista, que la situación del Sevilla no es tan dramática. El equipo está sexto, a dos puntos del quinto y a tres del cuarto clasificado. Y que todavía queda toda la segunda vuelta para mejorar los resultados y conseguir los objetivos propuestos. Sin embargo, la realidad es bien diferente. El cuadro hispalense va en caída libre y sin frenos y, salvo milagro, el objetivo de la cuarta plaza es ya una quimera porque, aunque es cierto que está a tres puntos de esa plaza, el que la ocupa es el Real Madrid, con un partido menos que debe jugar ante el Leganés y que muy difícilmente no terminará LaLiga entre los cuatro primeros. El rival a tener en cuenta es el Valencia y ya le saca a los nervionenses once puntos.

Esta situación hace que el Sevilla se deba marcar otro objetivo, menos ambicioso, pero más realista, a la vista de las circunstancias, entrar en Europa League. Y, o mucho cambian las cosas, o también puede peligrar la clasificación a la segunda competición europea. Porque lo del Sevilla va más allá de una mala racha, de jugadores en baja forma, de errores defensivos o de falta de puntería. El Sevilla es un paciente que necesita urgentemente una profunda intervención… de lo contrario, se muere.

Devolver al Sevilla

Al Sevilla lo han cambiado. Y es obligación de los responsables del club, devolverle la identidad que tenía hasta hace un año y medio. El Sevilla ha perdido completamente su ADN, ese que lo devolvió, tras décadas en el ostracismo, al lugar que le corresponde, por historia, entre los clubes más importantes de España y a ocupar un puesto destacado en Europa. De la Casta y el Coraje y del Dicen que nunca se rinde, se ha pasado a la indolencia más absoluta, a la pasividad de unos jugadores que han llegado a Nervión, motivados únicamente por el caudal económico que ahora atesora la caja del club y por los que algún día deberán responder los responsables que los han traído.

Porque la responsabilidad de la situación que vive el Sevilla no recae solo en una persona, sino en varias. Y algunas no están ya. La planificación deportiva no tiene lagunas, sino un vasto océano en el que resulta imposible encontrar un jugador que esté al nivel mínimo que se le debe exigir a un futbolista profesional de Primera División. Únicamente Banega se salva de la quema. Esto es culpa de Óscar Arias, que erró desde el primer minuto, incluso con la elección del entrenador, Eduardo Berizzo, cuyos resultados en el Celta fueron más bien discretos y llegó a Nervión con unas exigencias económicas exageradas y no ha estado a la altura del proyecto.

La planificación deportiva tiene problemas y muchos, en eso todo el mundo coincide. Pero no es menos cierto que hay mimbres para hacer, al menos, un once titular que sea competitivo y no se arrastre por los campos como está haciendo el Sevilla esta temporada. El estado físico y mental de los jugadores es lamentable y eso es culpa del entrenador, de Berizzo primero y de Montella ahora. El italiano ya empieza a dar síntomas preocupantes de no saber muy bien en qué barco ha embarcado. Tras la derrota contra el Alavés, afirmó que la segunda parte había sido mejor, que el equipo tuvo ocasiones, cuando no hubo un solo disparo entre los tres palos, y se limitó a repetir una frase que se ha convertido en muletilla en el club: “Tenemos que seguir trabajando”. Es algo así como “la paz del Señor esté con todos vosotros” que se dice en las iglesias, tras la misa.

Monchi

Pero no toda la culpa debe recaer en el director deportivo Óscar Arias. Es cierto que ninguno de sus fichajes está rindiendo, salvo el mencionado Banega, pero nadie habla de Monchi, a quien indudablemente el Sevilla le debe todos sus éxitos con su modelo de negocio pero que, teniendo ya la mente fuera del Sevilla, decidió dar un volantazo y cambiar radicalmente el estilo de juego y la identidad del Sevilla. Y para ello, trajo un entrenador, Sampaoli, y confeccionó una plantilla llena de jugadores muy técnicos, peloteros, pero con muy poca capacidad de sacrificio, de entrega, de lucha y de dar todo por una camiseta. Y los que quedaban, se fueron, como Iborra.

Monchi se fue a Roma y Sampaoli a Argentina a salvar a su patria, dejando una plantilla deficiente que ahora Óscar Arias ha rematado con jugadores y dos entrenadores de perfiles parecidos, instalados en ese cuento del fútbol ofensivo y de toque. Y todo ello, con el apoyo del presidente, José Castro, responsable último, que se enfrenta a su primera crisis deportiva seria, desde que asumió el cargo.

El cambio de entrenador y la posibilidad de fichar jugadores en el mercado de invierno abrieron una puerta para revertir la situación. Pero ni el equipo ha cambiado apenas con Montella ni han llegado todavía esos refuerzos que la plantilla necesita urgentemente. Tan solo Arana se ha incorporado al equipo y todavía no ha jugado. A día 15 de enero, con medio mercado consumido, Óscar Arias no ha realizado ningún fichaje. Y el Atlético de Madrid espera el miércoles en los cuartos de Copa del Rey.

Empezar desde cero

¿Quo vadis, Sevilla? ¿Adónde vas, Sevilla? La sensación que da este equipo es la de que está muerto y que esto no se arregla con dos o tres incorporaciones. Necesita un bisturí. El equipo debe acabar la temporada lo mejor posible y pelear, como sea, los puestos europeos. Todo lo que no sea acabar quinto o sexto será un fracaso mayúsculo, con el equipo más caro de la historia. Y en junio, empezar desde cero. Un proyecto nuevo, con un entrenador nuevo, del perfil que ha triunfado en Nervión, que se deje de cuentos y películas del juego alegre y vistoso y haga jugar al Sevilla como en las temporadas anteriores, con jugadores comprometidos, físicos, rápidos, de calidad. Porque, para jugar bien al fútbol, no hace falta jugar al toque, sino tener buenos jugadores. Y el Sevilla no los tiene.

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